Keiko Fujimori fue a la Sala Penal con el fin de iniciar su audiencia de control de identidad. (Poder Judicial)
Keiko Fujimori fue a la Sala Penal con el fin de iniciar su audiencia de control de identidad. (Poder Judicial)

Octubre, mes de milagros y terremotos. A la familia Fujimori el piso se le movió con la revocatoria del indulto del patriarca y la detención de la líder de Fuerza Popular. El protagonismo se lo llevó Concepción Carhuancho al concluir, a pedido del fiscal Domingo Pérez, que la investigada por lavado de activos y crimen organizado “puede fugar, tiene capacidad económica para salir del país, no tiene arraigo laboral y no concurre cabalmente a las citaciones por el Ministerio Público”.

Carhuancho fue quien dictó la prisión preventiva de Humala, Heredia y los protagonistas del Club de la Construcción (todos libres hoy) basado en argumentos parecidos de los fiscales a cargo de las investigaciones por el caso Lava Jato. Abogados, analistas, desde la cárcel preventiva de los Humala-Heredia y ahora de Keiko, aseguran que hay una propensión a la “carcelería a cuenta” y no se garantiza el debido proceso ni la presunción de inocencia, ni tampoco el interés superior del niño (en el caso de padres con niños pequeños).

Ahora los fujimoristas dicen que es persecución política; la propia Keiko, desde su detención preliminar, escribe a mano que saldrán fortalecidos y que el “fujimorismo es un sentimiento que crece en momentos de adversidad”.

Los detractores afirman que el arresto de Keiko es el comienzo de la debacle del fujimorismo. Hasta Kenji se ha solidarizado con su hermana. Para unos el milagro de la justicia, para otros el calvario. Lo cierto es que ni la criminalización de la política ni la politización de la justicia ayudarán a hallar la verdad. Queremos un Estado sano, que juzgue con garantías, independencia y aprese cuando se prueben los hechos. Ni un minuto antes ni un minuto después.