Martín Vizcarra se mostró optimista en mejorar las relaciones con la bancada Peruanos por el Kambio (Foto: GEC)
Martín Vizcarra se mostró optimista en mejorar las relaciones con la bancada Peruanos por el Kambio (Foto: GEC)

Se acaba un año de incertidumbres iniciales, polarizaciones innecesarias, caída de personajes emblemáticos de la política nacional, reacomodos en las cuotas del poder, superhéroes fiscales y con un presidente empático con el pueblo que no llegó al puesto por elección sino por destino.

Así resumimos el 2018, que comenzó con un jefe de Estado y terminó con otro. Hay esperanza, aunque el suelo no esté parejo. La ciudadanía, harta de corruptelas –pese a los excesos de meter a la cárcel preventivamente a los presuntamente culpables para que no se escapen ni obstruyan investigaciones–, siente que por fin los poderosos de siempre están al alcance de la justicia.

Esa es una sensación que ilusiona a una sociedad descreída como la nuestra. Vizcarra, a quien hasta junio acusaban de someterse a la aplanadora fujimorista, se convirtió, desde julio, en el abanderado de la lucha anticorrupción. Gestos como el referéndum, no dejarse pisar el poncho por el Congreso, respaldar la independencia de las investigaciones Lava Jato, interpretar el sentimiento nacional, el apoyo de los medios y de la calle, lo revigorizaron y hoy es el personaje más respaldado del Perú.

El 2019, con un Congreso con menos mayoría, más bancadas bailando cada una con su pañuelo, con la información de Odebrecht tras acuerdo de las fiscalías de Perú y Brasil que traerá devastadoras acusaciones, una ciudadanía ávida de ajusticiamientos, será otro año desafiante para todos.

Hoy ya conocimos el estilo vizcarrista, que no es altisonante pero sí firme, demostrado en la pugna con el Congreso, de la que salió victorioso. Vizcarra tiene hoy el capital político para concretar el segundo piso de las reformas que comenzaron hace casi tres décadas que permitieron abrirnos a las inversiones y crecer económicamente. Hoy faltan los cambios sociales que nos conviertan en una sociedad menos informal, más honesta, con menos contradicciones y más oportunidades para todos. ¡Amén! ¡Felices fiestas!

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