Esta semana empezó la temporada escolar y los padres enviaron a sus hijos al colegio, con la esperanza de que, gracias a la educación que recibirán, puedan forjar un buen futuro y experimentar una calidad de vida superior a la que tuvieron, lo que se conoce como movilidad social. Lamentablemente, gracias a la clase política, el Perú no suele tratar bien a las nuevas generaciones.

Según el Índice Global de Movilidad Social de 2020 (WEF), nuestro país tiene un pobre desempeño al respecto, ya que nos ubicamos en el puesto mundial 66/82 y estamos en el penúltimo puesto regional. De las múltiples fallas, destacan dos que nuestros políticos han sido incapaces de corregir. Primero, el nivel de nuestro sistema educativo es paupérrimo. Esto se evidencia al comparar el desempeño que tienen los niños peruanos en las pruebas de aptitud internacional (PISA, TIMSS, etc.), aspecto en el que estamos en el puesto 65/82.

Mientras el Minedu siga siendo extremadamente condescendiente para evaluar a los maestros que educan a los estudiantes, esto jamás mejorará. Segundo, el acceso a nuevas tecnologías sigue siendo bajo. Esto se evidencia con la proporción de la población que cuenta al menos con una conexión de Internet móvil 3G, aspecto en el que nos ubicamos en el penúltimo lugar (81/82), superando solo a Costa de Marfil.

Si las autoridades se dedicaran a incentivar la penetración de Internet, en lugar de tratar de regular precios, la cosa sería distinta. En pleno auge de la cuarta revolución industrial, en la cual las tecnologías digitales son el centro de la economía (inteligencia artificial, blockchain, etc.), recibir una pésima educación y vivir desconectados es una condena a largo plazo.