Donald Trump (Reuters)
Donald Trump (Reuters)

La famosa frase de Deng Xiaoping “no importa el color del gato sino que cace ratones” no se refería solamente al pragmatismo capitalista dentro del comunismo chino sino a la soterrada reingeniería del bloque antioccidental, ya no con fundamentos ideológicos. Irán es religioso, China, Cuba y Corea del Norte son comunistas, Rusia es laica, pero todos “cazan ratones”. Ya no son guerrillas sino movimientos sociales, no es revolución sino democracia controlada, no es la explotación del hombre sino los derechos humanos, menos presos políticos más desplazamientos humanos “por razones económicas”. El fin último es llevar pacientemente la guerra a territorio norteamericano. Latinoamérica es el pivote.

Para los gringos, repelerlos hoy es una cuestión de seguridad nacional. No lo harán con estruendo… todavía. Pero se ve su intervención en la extracción de Cristina Kirchner y de Dilma Rousseff y en el sorpresivo giro del presidente ecuatoriano Lenín Moreno. Es cierto que localmente cada país jugó un rol: el voto, los jueces, Macri, Temer, etcétera, pero sin auspicio norteamericano, ¿hubieran podido neutralizar a jefes “socialistas” corruptos garantizándoles protección a cambio de delación? ¿Frenar la presión internacional, el espionaje interno, los asesinatos y los operadores de movimientos sociales?

La fiscal Luisa Ortega Díaz, luego de herir a Venezuela durante 17 años, ¿tuvo una súbita toma de conciencia? Sin la custodia de los gringos, no salía viva ni libre del cerco chavista-cubano. Lo mismo con el silencioso reptante Rafael Ramírez, quien abandonó Naciones Unidas y ahora no para de cotorrear contra Maduro.

Quizá la liberación de Fujimori, que desplaza a la izquierda del gobierno de PPK, sea también con apoyo gringo. Anticipemos pues una feroz contraofensiva del bloque antioccidental, durante este 2018. Será un año clave.