Fidel Castro obtenía ganancias de empresas estatales como Medicuba y CIMEX. (Reuters)
Fidel Castro obtenía ganancias de empresas estatales como Medicuba y CIMEX. (Reuters)

Forbes calcula en 3 mil millones de dólares la fortuna de la hija del ex revolucionario José Eduardo dos Santos, presidente de Angola (1979-2017); la de Robert Mugabe, liberador de Zimbabue, 5 mil millones; la hija de Hugo Chávez, 4 mil millones; y Fidel Castro, solo 990. Incluso el bueno de José Mujica, ahora retirado, cada año duplica sus fondos y va por 8 millones.

¿Qué correlación hay entre pelear por nobles ideales y convertirse en un demonio al tomar el poder, pues para esos grados de corrupción deben arrasar con sus países? Hay similitudes entre estos personajes. Comienzan siendo generosos, pero al llegar al poder se vuelven crueles. Los psicólogos los diagnostican como sociópatas (psicópatas sociales), que no sienten remordimiento ni piedad.

La misma naturaleza de una revolución armada genera automáticamente un espacio sin ley y sin normas, necesario para derrotar al enemigo. Los guerreros más inescrupulosos tendrán allí ventajas comparativas. La astucia, la celada y la traición ganan la guerra. El concursante que maneje mejor estas “virtudes”, triunfará.

Estas revoluciones señalaban objetivos abstractos (y emotivos): la igualdad, la justicia; no una ruta institucional a seguir una vez que venciera. Entonces, al ganar el caudillo y su banda, quedaban libres de improvisar a su manera. La psicopatía liberada del guerrero triunfal se vuelve desenfreno, asesinato y pillaje. Con una ideología mesiánica, será lo mismo pero a nombre de los ideales.

Una conclusión es que las ineficaces oposiciones a estos regímenes “revolucionarios” no contienen la sociopatía escondida de un proyecto armado. Podemos esperar, entonces, que cuando lleguen al poder, serán mejores gobernantes aunque hayan sido luchadores de pacotilla.