Óscar Pérez (AP)
Óscar Pérez (AP)

Hace unos días, el gobierno del “carnicero Maduro” (como lo llama la revista Der Spiegel) ejecutó al capitán Óscar Pérez y a varios civiles con disparos de cohetes RPG-7. Estaba refugiado en una casa de El Junquito (localidad a 20 km de Caracas). En sus últimos minutos de vida, filmó ‘selfies’ vociferando su rendición y los subió a las redes sociales. Por otro lado, una cámara del régimen filma, con profesionalismo y excelente angulación, el lanzamiento del cohete y la casa que vuela por los aires.

También circulan fotos del capitán Pérez, entre los escombros, con un visible tiro en la frente, ejecutado, obviamente, después de muerto (no hay sangre en el orificio). La dictadura no esconde las imágenes sino las muestra: bien realizadas y bien enfocadas cumpliendo el objetivo de los manuales represivos cubanos de generar terror. Ya durante las protestas venezolanas de 2017, el régimen mató a jóvenes con tiros en la cara y con disparos de gas lacrimógeno en el pecho para abrirles el corazón, la misma técnica con efecto desmoralizador.

Informes serios aseguran que los miembros de la Guardia Nacional, a la que pertenecía Pérez, aceptaron su rendición, pero la cúpula chavista y los asesores cubanos enviaron al feroz grupo de choque Tres Raíces, con armamento que no usa la Policía, para ejecutar la escabrosa tarea, consiguiendo el efecto adicional de intimidar a la propia Guardia Nacional.

Por supuesto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) que condenó inmediatamente la liberación del polémico ex presidente Fujimori no ha dicho nada sobre este asesinato extrajudicial. Con su reiterado silencio sobre los crímenes del populismo, la Corte-IDH revela confabulación y encubrimiento.