La pobreza rural ha perdido peso en el debate sobre pobreza e inclusión. Al parecer nos hemos creído que el asunto está resuelto o en vías de solución y que la caída en pobreza rural se mantendrá si seguimos haciendo más de lo mismo. Y, por ello, ahora el tema es la pobreza urbana.
Pues bien, es muy importante enfrentar la pobreza urbana, algo más de la mitad de los peruanos en situación de pobreza vive en centros urbanos. Pero eso no debe contraponerse con la urgencia de profundizar los esfuerzos para reducir la pobreza rural.
Casi uno de cada dos pobladores rurales (44%) vive en pobreza. Es ahí donde vive la otra mitad de peruanos en pobreza y el 80% de los que enfrentan la pobreza extrema.
No hay crecimiento inclusivo ni inclusión social si no renovamos los esfuerzos orientados a eliminar la pobreza rural. Esta bajó entre 2007 y 2016 de 74% a 44% y la pobreza extrema rural, de 33% a 13%; un progreso enorme. Son avances valiosos pero insuficientes. Este avance tiene que profundizarse y sobre todo sostenerse.
Hoy se ve que la reducción de la pobreza rural ha comenzado a perder velocidad y tiene menos atención de quienes deciden las políticas.
La menor atención hacia la pobreza rural no es exclusiva del Perú, igual está pasando en el resto de América Latina. Será porque es más difícil y costosa de atender, en particular ante estrecheces fiscales; será porque da menos votos que lo urbano; será porque está más lejos y no se ve tanto o porque confiamos en que seguirá cayendo sin nuevos esfuerzos. Sea por lo que sea, si queremos en serio un crecimiento inclusivo, urge volver a poner lo rural en la agenda.