Juan Velasco Alvarado
Juan Velasco Alvarado

Hacia la mitad del siglo pasado, en los fundos de nuestra serranía ya se percibía el germen de protesta de los campesinos-siervos, runakuna que trabajaban al servicio del gamonal, déspota propietario de la tierra. Fue en la provincia de La Convención en Cusco donde se encendió la chispa que se propagó por toda la sierra centro sur del país. Hugo Blanco y su sindicalismo campesino, con toma de tierras incluida, fue el iniciador de esta gesta.

Pedro Beltrán, primer ministro de Manuel Prado, en 1958 conformó la comisión para la Reforma Agraria (RA), sin ningún efecto práctico. En 1963, bajo el manto del corto gobierno militar de los generales Pérez Godoy y Nicolás Lindley, se dio una “ley de bases” para la RA. En mayo de 1964 –primer gobierno de Fernando Belaunde– se promulgó la ley esperada, pero mediatizada por la oposición conservadora de la mayoría apro-odriísta.

El 24 de junio de 1969, el general Velasco inició una radical reforma con el lema “Campesino, el patrón no vivirá de tu pobreza”. Durante los siguientes años, se afectó 15 mil fundos y se expropió 9.2 millones de hectáreas (1.1 millones cultivables, el resto pastos). Fueron beneficiadas 370 mil familias campesinas, 20% de la PEA agrícola.

Se eliminó de tajo el trabajo servil sin salario (pongo, semanero). De facto, las parcelas que el patrón les daba para engancharlos en el trabajo gratuito pasaron a ser propiedad de ellos. Los exsiervos ya miraban sin bajar los ojos a los mistis. Se consiguió una impactante y decisiva reforma social en el campo, que años después bloqueó el avance senderista.

Sin embargo, las cooperativas agrarias fracasaron. Se descapitalizó el sector moderno de la agricultura, desapareció el mercado de tierras y la inversión privada.

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