Este jueves luego de un prolongado debate, el Parlamento concluyó el debate y votación de los seis proyectos de reforma política vinculados a una cuestión de confianza por el Ejecutivo a inicios de junio. (Foto: GEC)
Este jueves luego de un prolongado debate, el Parlamento concluyó el debate y votación de los seis proyectos de reforma política vinculados a una cuestión de confianza por el Ejecutivo a inicios de junio. (Foto: GEC)

Las nuevas normas que regirán para inscribir los partidos o para mantener dicha inscripción (contra los “vientres de alquiler”) son un gran avance. Pero en el afán de facilitar el fortalecimiento regional de los comités partidarios, los movimientos regionales han sufrido mayores exigencias y restricciones. Así, por ejemplo, se les exige para mantener su inscripción superar el 8% de los votos, en contraste con el 5% exigido a los partidos.

La verdad es que los partidos políticos son excesivamente centralizados. No solo por su dependencia del líder (“candidato natural”, “presidente vitalicio”) sino también de un omnímodo poder interno de la cúpula (círculo íntimo del líder, reelección de congresistas apoyados por el voto preferencial por su red de beneficiarios), con capacidad y maña para intervenir en las decisiones finales en épocas electorales. En los partidos ‘cascarones’, el poder reposa en los que controlan la inscripción legal.

Pero el antiguo refrán “no hay mal que por bien no venga” empieza a cumplirse. Para los nuevos partidos (que recién buscan inscribirse) requieren presentar 24 mil afiliados (militantes, con huella digital y foto) organizados en comités de no menos de 50 militantes. Estos comités deberán ubicarse en por lo menos 20 regiones y 65 provincias.

Estos partidos incorporarán a movimientos regionales con trayectoria y liderazgo regional para que sobre la base de sus simpatizantes y afiliados conformen los comités al interior del país del nuevo partido nacional. Con esto se les daría a estos comités fuerza y legitimidad propias para defenderse de la arbitrariedad de la cúpula. Así, se conseguiría nuevos vientos democráticos en el funcionamiento al interior de los partidos.

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