El 9 de diciembre se llevó a cabo el referéndum a nivel nacional. Martín Vizcarra acudió a Moquegua, su ciudad natal, para emitir su voto. (Foto: Difusión)
El 9 de diciembre se llevó a cabo el referéndum a nivel nacional. Martín Vizcarra acudió a Moquegua, su ciudad natal, para emitir su voto. (Foto: Difusión)

Sin querer aparecer como futurólogo, este mes que termina será recordado por los historiadores como el inicio de la recuperación de la moral pública en el país. El resultado del referéndum fue la base para que el letargo, conformismo y continuismo de “dejar pasar, dejar hacer” ante la corrupción dominante diera paso, después de la sorpresa, al germen de una nueva voluntad colectiva que, de continuar, paulatinamente invadirá los campos de la política y la sociedad.

Es algo pocas veces visto. Se inició en las primeras movilizaciones de ciudadanos, la mayoría ajenos a la militancia política. Pero ganó certeza cuando el presidente Vizcarra leyó su discurso del 28 de julio ante el Congreso. Y cuando la prensa le dio primero audiencia y después compromiso a esta trascendental jornada.

Fue posible cuando se dejó atrás el temor de confrontar las arbitrariedades y complicidades de la mayoría congresal del aprofujimorismo. Antes se creía que el diálogo por sí solo era el camino para resolver el entrampamiento de poderes. No se quería ver que el diálogo entre posiciones enfrentadas, para ser fructífero, no se limita a que los líderes de estas posiciones se sienten alrededor de una mesa de “conversaciones”.

En realidad, el diálogo de este tipo es fructífero cuando en la medición de las fuerzas en confrontación queda claro que una de ellas se va debilitando cada vez más conforme avanza el tiempo. Y que la contraparte sabe que su principal objetivo se ha logrado, y como no hay enemigos como en la guerra sino adversarios políticos, consiguió el apoyo de la población que antes solo estaba observando lo que sucedía.

La confrontación continuará, pero el camino ya está trazado. El país y la democracia han ganado.

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