Roban la casa museo de Víctor Raúl Haya de la Torre. (USI)
Roban la casa museo de Víctor Raúl Haya de la Torre. (USI)

1. Alan García habla de persecución política, refiriéndose a él, no al partido aprista. Hasta en eso no puede superar su ego. Para parchar su falta de modestia, construyó la coartada de que fue obligado a solicitar asilo por decisión partidaria. En cambio, Keiko Fujimori, afirmando que el Gobierno quiere destruir su partido, cúpula y todo, hay que reconocer, afronta y no huye. También Ollanta Humala y Nadine Heredia, después de las permanentes y falsas acusaciones de que fugarían, aceptaron la prisión sin chistar. El conchán de Alejandro Toledo aprovechó el descuido y se asentó en Estados Unidos, declarando después que también es un perseguido político. A pesar de la diferencia de talla, entre García y Toledo, un fuerte abrazo los une en su temor a la prisión.

2. La persecución política, se supone, debería ser promovida por quienes intentan sacar de la competencia a un rival al que le temen. En las últimas elecciones generales, el candidato Alan García –dos veces presidente del Perú– apenas alcanzó el 5.82% de los votos válidos. Logró superar a Gregorio Santos (4.02%), pero muy lejos del Frente Amplio con Verónika Mendoza que obtuvo el 18.85%. No es por nada, pero el Frente Amplio de entonces, en la primera vuelta, consiguió cuatro veces más congresistas que el Apra con García. Así, ¿quién estaría confabulando para ‘perseguir políticamente’ a García? ¿Para qué?

3. La defensa del pedido de asilo de García es vergonzosa. El círculo íntimo de sus seguidores intenta utilizar el asilo de Haya de la Torre en la embajada de Colombia, en plena dictadura de Odría, como un ejemplo y para defenderse de la crítica interna de las bases juveniles del Apra contra el temor de García de afrontar el juicio contra sus fechorías. Acá cabría recordar cuando Marx, citando a Hegel, escribe: “La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como comedia”.