(Congreso de la República)
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1. Conocidos los audios de la corrupción y ahora con los chats de La Botica, se ha confirmado que FP era manejada por una cúpula autoritaria con un poder omnímodo. No solo en la táctica-estrategia y control partidario, sino, además, en el manejo cotidiano del comportamiento vergonzoso de sus congresistas. ¿Esto último en qué se basaba? En que la definición de las candidaturas dependía en última instancia de la cúpula, ajena a todo procedimiento de democracia interna. “Unidad, disciplina y lealtad” era la voz de orden y sujeción.

2. Pero la lealtad debe ser de abajo hacia arriba y viceversa. Así, como se dice en la carta del congresista Rolando Reátegui a su lideresa, al reclamarle que no ha sido leal con él y las personas (hasta sus propios familiares) que cumplieron la tarea exigida por la cúpula de hacer firmar boletas de falsos aportes a la campaña. Y, después, dejándolos solos al decir “los problemas penales son personales”. Y, no solo esto, sino amenazarlos si no mantenían el engaño, creando una situación insostenible. Por eso su decisión de “contar todo a la Fiscalía”.

3. En realidad, este tipo de lealtad personal a su jefe, y viceversa, es propio de una institución castrense. El oficial que es jefe de una patrulla se siente resguardado por ‘su tropa’ y estos confían en que su jefe los guiará hacia el éxito de la tarea encomendada, y si se fracasa, el oficial jamás los abandonará. Es el caso del juicio al excéntrico general (r) Edwin Donayre, ya condenado por tráfico de combustible, quien quiso sacar el cuerpo dejando la responsabilidad del hurto a los oficiales de menor rango que estaban a sus órdenes. Por eso la firme crítica de otros generales.

4. En un partido, la más grave derrota no es la electoral ni los errores de sus dirigentes. Es el resquebrajamiento de la moral de sus militantes. Es el preámbulo de la estampida.