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La economía no funciona en un vacío sino en un entorno político. Perú atraviesa una turbulencia política ligada al destape de escándalos de corrupción. Fujimori, Toledo, García, Humala y PPK fueron presidentes relacionados, de alguna manera, con el desvío de fondos con intereses subalternos.

Desde hace un tiempo, el único tema del que se habla es el desprestigio cada vez mayor de la clase política. Y en esas condiciones aumenta la probabilidad de la aparición de un outsider radical que ofrezca lo que los votantes esperan: orden, seguridad y limpieza de la corrupción. Sin embargo, sin necesidad de un outsider, esto lo hemos escuchado de distintos candidatos desde inicios de siglo para que al final sea más de lo mismo.

Esto impacta en la economía. No se trata de ver cuánto creció esta. La pregunta debería ser cuánto pudo crecer en un entorno político honesto y transparente. ¿Cuántas reformas pudieron hacerse? ¿Cuánto pudieron mejorar la educación y la salud? ¿Cuánto más pudo aumentar la inversión, pequeña, mediana y grande? ¿Cuántas veces usted postergó decisiones de compra y/o de inversión?

Para crecer con menor desigualdad, necesitamos volver a creer. El déficit de confianza generado por los problemas que vivimos daña la evolución económica. El reto es cómo la clase política o lo que queda de ella nos convence de volver a creer. Y no solo es la clase política o dirigente. El ‘Club de la Construcción’ ha demostrado que el problema también es privado. Y es que la corrupción en cualquier escala parece un modus vivendi en Perú, que no es de hoy, sino que tiene mucha historia.

Sin un entorno político adecuado, será casi imposible intentar reformas. Y sin ellas, el bienestar no aumentará.

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