(Foto: GEC)
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Hace unos días, el INEI presentó la cifra de la pobreza en 2018. El valor ascendió a 20.5% de la población o 6’593,000 personas. Para medir la pobreza extrema y no extrema, el INEI sigue tres pasos: Primero, determina el costo de una canasta básica de alimentos, denominada línea de la pobreza extrema. Luego, compara el gasto de una persona contra el costo de la canasta. Tercero, si el gasto es mayor que el costo de la canasta, la persona es no pobre extrema. La línea de pobreza extrema en 2018 fue de S/183 mensuales.

En cuarto lugar, a los S/183 se suma el costo de otros bienes y servicios, como vestido, calzado, vivienda, combustible, muebles y enseres, gastos en salud, educación, transporte y esparcimiento, entre otros. Después, se determina el valor de la línea de la pobreza, que en 2018 fue S/344 mensuales. En sexto lugar, si una persona puede gastar al mes más de S/344, entonces no es pobre, mientras que en caso contrario, lo es.

El valor de la línea de pobreza variará según la zona geográfica en la que viva la persona. Si vive en zonas urbanas es de S/369, mientras que en las rurales asciende a S/250 mensuales. Nótese que se usa como indicador de pobreza solo al gasto y por eso se denomina pobreza monetaria.

A mayor crecimiento económico, medido por el aumento del ingreso, mayor reducción de la pobreza. Por eso es clave crecer para reducir la pobreza. Sin embargo, el efecto del crecimiento sobre la caída de la pobreza será menor a mayor desigualdad de ingresos. Por ello, las llaves están en bajar la desigualdad y elevar el crecimiento. En las sociedades más desiguales, el crecimiento impacta menos sobre la disminución de la pobreza y por eso se requieren políticas públicas para reducir la desigualdad.

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