Pobreza
Pobreza

Sin crecimiento no es posible reducir la pobreza. En 2007 el 42.4% de la población era pobre, cifra que bajó a 27.8% en 2011 y 20.7% en 2016; en 2017, por primera vez en el siglo, aumentó a 21.7%. Crecer es producir más, generar empleo y, por ende, más ingresos para los ciudadanos. Los programas sociales enfrentan la pobreza extrema o indigencia, que se ha mantenido constante entre 2016 y 2017 en 3.8% de la población. En general, el crecimiento económico es responsable del 75% de la reducción de la pobreza, mientras que los programas sociales del 25%. Por lo tanto, no se puede reducirla basándonos solo en estos últimos.

Si revisamos la historia económica de cualquier país, los episodios de mayor caída de pobreza son aquellos en los que la economía creció más. En nuestro país, en 2017, el empleo formal cayó 2.8% y el gasto por persona solo subió 2.5%, por debajo del promedio de los últimos 10 años de 3.5%. Las personas gastan menos porque temen perder sus empleos, lo que se debe a que la inversión no aumenta. Veámoslo así. Una persona invierte y abre un negocio. Contrata trabajadores que reciben un sueldo. Con el dinero recibido elevan el gasto y hacen que los sectores a los que les compran produzcan más. Así baja la pobreza.

En este tema, la clase política tiene una gran responsabilidad, pues debe facilitar la inversión y no obstaculizarla. Nadie invierte si hay incertidumbre. En economía no todas las medidas, por bien que suenen, tienen impactos positivos. Nuestra propia historia nos ha enseñado qué no se debe hacer.
Sabemos que ni el crecimiento ni el empleo se crean por ley. Los motores de la economía tienen que encenderse. Esperemos que así sea. Prometer desarrollo sin crecimiento es faltar a la verdad.