El rebote de un perro muerto. (EFE)
El rebote de un perro muerto. (EFE)

Durante los últimos diez años, el mundo se inundó de liquidez, en gran parte debido a las actitudes de los bancos centrales. Como el mundo salía de la crisis de 2008, no tuvieron mejor remedio que inyectar liquidez de manera electrónica. Esto significa que le compraban activos financieros a los bancos y pagaban depositando el dinero en cuentas del banco central.

En circunstancias normales, los bancos toman el dinero y lo prestan, pero ante una situación poscrisis, todos los clientes están sobreendeudados y lo último que desean es tomar nueva deuda. Los bancos comerciales se encontraron así con dinero, pero sin tener a quién prestarle.

La historia de las crisis financieras es clara. En esas situaciones, los bancos comienzan a especular; es decir, buscar activos que se puedan comprar barato para esperar que su precio suba y vender más caro. Y muchos los encontraron en la Bolsa de Valores de NY. Entre 2009 y 2017, la bolsa subió sin cesar, solo con breves interrupciones. Como la liquidez no tenía salida en el sector productivo, la encontró en la especulación. Y todos sabemos cómo termina esa historia.

Este año, la bolsa atravesará momentos de caída, como la ocurrida en la semana del 5 de febrero. ¿Ya se arregló el asunto? No, pues la liquidez sigue dando vueltas y por eso algunos auguran una nueva crisis financiera internacional. Nadie puede leer el futuro; pero bastó el convencimiento de que la FED subiría sus tasas de interés para que ocurra una huida de las acciones y haga caer la bolsa. La corrida fue hacia los bonos, pero no es posible saber si la tendencia se mantendrá. El nerviosismo de los mercados financieros se traduce en una gran volatilidad. Este será un año recordado por su inestabilidad financiera. ¿Comprenderemos las implicancias?