Ollanta Humala y Nadine Heredia (Mario Zapata/Perú21)
Ollanta Humala y Nadine Heredia (Mario Zapata/Perú21)

Una vez liberado, luego de nueve meses de prisión preventiva, Humala se dirigió a un grupo de militantes del Partido Nacionalista. En este mensaje, Humala mencionó que este periodo de carcelería era una etapa de martirologio, etapa necesaria en la construcción de un partido que quiere permanecer en la historia.

La politóloga Milagros Rejas, en su artículo “Conflictos internos y construcción partidaria del fujimorismo”, identifica que luego del periodo de derrumbe del gobierno de Alberto Fujimori, le sigue un periodo de persecución política que ha forjado una identidad fujimorista y una mística de su discurso.

Mucho antes, el Partido Aprista también vivió una etapa heroica y de persecución, marcada por la revolución de Trujillo en 1932 y el posterior fusilamiento de muchos apristas en Chan Chan. Como menciona José Luis Renique, la persecución, además del carisma de Haya de la Torre, fue fundamental para forjar una organización sólida, una disciplina entre sus miembros, una idea de que el partido va a perdurar en el tiempo y una identidad aprista a prueba de balas.

Sin duda, una narrativa épica ayuda a forjar partidos cohesionados. No es casualidad que el aprismo haya logrado sobrevivir la prueba del tiempo, que el fujimorismo de Keiko sea exitoso electoralmente, y que la izquierda, con una ausencia de relato épico, no pueda gobernar(se). Sin embargo, para que el nacionalismo logre convertir este periodo de carcelería de su líder en una narrativa épica hay un trecho grande. Le faltan cuadros que difundan la narrativa, y, lo más importante, es que este intento de épica se puede derrumbar ante los delitos de los que se acusa a Humala y compañía. El paso de héroe a villano está a una sentencia de distancia. Lo que no nos mata nos hace más fuertes, si uno tiene defensas.