(USI)
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Así como en el fútbol peruano se observa que un equipo con autoestima y un entrenador que la infunda pueden ser la diferencia entre ir o no a un mundial, en la política nacional la autoestima también podría tener un rol en la forma como gobiernan los políticos.

La política es vista como un espacio de personas guiadas por intereses y con ansias de poder. Se asume que, para el logro de estos objetivos, estas personas tienen una determinación a prueba de balas.

Sin embargo, los políticos, como cualquier ciudadano, son personas con rasgos personales que dificultan estos objetivos, como una baja autoestima. La autoestima, entendida como la propia seguridad de que uno posee las habilidades y conocimientos para estar donde está, no debe asumirse a priori en nuestra clase política.

Se ha criticado mucho al presidente Vizcarra el haber avanzado y retrocedido en algunas medidas. Este comportamiento podría obedecer a una necesidad de supervivencia y a una constatación de la fragilidad de su gobierno. Sin embargo, preguntarse por la autoestima de Vizcarra podría aportar algo al entendimiento de su forma de gobernar. Vizcarra no es presidente por voto popular directo, es provinciano, no es de clase acomodada, no es blanco; en suma, no pertenece a la casta que históricamente ha gobernado el Perú. Es un político periférico.

La historia nacional ha hecho que personajes como Vizcarra se sientan en inferioridad ante los dueños del Perú. Para sentarse de tú a tú con los apóstoles del empresariado, se necesita confianza en las propias capacidades. ¿Tiene Vizcarra esta consideración de sí mismo? La forma como está conduciendo su gobierno siembra dudas.

Hemos vivido los tiempos de la personalidad frívola, los del ego colosal, y ahora parece que enfrentamos el periodo de una autoestima disminuida en el gobierno.