Ruega que no en Noruega. (AFP)
Ruega que no en Noruega. (AFP)

En 1993 un hito histórico se selló en Noruega, luego de que una delegación israelí y otra palestina firmaran los lineamientos de un tratado de paz que luego sería denominado los Acuerdos de Oslo. A pesar de los esfuerzos del primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, junto a su canciller, Shimon Peres, de llevar a la práctica la creación de una Autonomía Palestina con la Organización de Liberación de Palestina, de Yasser Arafat, y de la firma de un segundo acuerdo en 1995 (Oslo II), los continuos ataques terroristas contra Israel –de grupos afines a Arafat y del grupo islamista Hamas–, y la violencia de fanáticos religiosos israelíes, que culminaron con el asesinato de Rabin, la paz no se ha podido concretar hasta el día de hoy.

Luego, por responsabilidad de Arafat, Netanyahu y extremistas de lado y lado, por ahora solo existen unos cantones con autonomía palestina en Cisjordania y en la Franja de Gaza tomada por la fuerza por los terroristas de Hamas, que mantienen el conflicto agravado.

Noruega vuelve a mediar en negociaciones entre el régimen dictatorial chavista y la oposición venezolana, pero, a diferencia de la tentativa palestino-israelí, definida con mucho atino por Shimon Peres como “un intento de transformar a Arafat de guerrillero y terrorista a gobernante preocupado en los asuntos diarios y proyectos para mejorar la situación de su pueblo, lo cual no se dio”, a los negociadores de Guaidó les toca entenderse con gente que llegó a un gobierno para convertirse en tiranos, mafiosos e inescrupulosos defensores de una dictadura ajena al sufrimiento de los venezolanos.

Si en Noruega se negocia que solo se vayan Nicolás Maduro y unos cuantos, pero todo lo demás sigue igual, la oposición venezolana cometerá un gran error histórico.

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