Vista general de la carretera Francisco Fajardo parcialmente iluminada durante un apagón en Caracas, Venezuela, el 26 de marzo de 2019. (Foto: AFP)
Vista general de la carretera Francisco Fajardo parcialmente iluminada durante un apagón en Caracas, Venezuela, el 26 de marzo de 2019. (Foto: AFP)

La oscuridad es la metáfora que mejor describe al régimen castro-chavista. Primero, la oscuridad a la que ha sumido a casi toda la población por la falta de inversión para renovar y hacer mantenimiento al sistema hidroeléctrico del país, cuya principal represa, el embalse de Guri, ya ha colapsado.

La infraestructura hidroeléctrica de Venezuela se terminó de construir y se modernizó entre 1963 y 1976, durante el periodo de cuatro presidentes democráticos y en la etapa en que el exdictador Hugo Chávez llamaba “la cuarta república”. La represa de Guri garantizó el servicio eléctrico por décadas, hasta que el régimen chavista la redujo a escombros. Desde hace años hay constantes apagones en Venezuela, sobre todo en provincias rurales y algunas urbanas, pero la actual crisis deja en oscuridad a casi todos los ciudadanos del país, menos a los chavistas “socialistas” que tienen sus generadores eléctricos. La oscuridad, la ausencia de luz, de color y de energía, provoca la muerte de centenares de personas por falta de diálisis, de agua, de electricidad para emergencias médicas. La misma oscuridad criminal del régimen se percibe en las prisiones, donde se tortura; en el “black out informativo”, y sobre todo, en el alma tenebrosa de los represores.

¿Qué espera el Grupo de Lima y la OEA para exigir una intervención humanitaria en Venezuela bajo el principio de protección de los pueblos? ¿Tropas rusas y cubanas pueden apoyar a los victimarios, pero EE.UU. y la mayoría de Latinoamérica no pueden intervenir por las víctimas? ¿Y dejar que el grupo terrorista pro-iraní Hezbolá, las FARC y otros grupos violentos sigan operando con impunidad? La oscuridad también ensombrece la lucidez de los gobernantes del continente.

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