Con Pelé todo cambió para el Santos, para Brasil y para el futbol mundial. Fue el único jugador en ganar tres mundiales. (Foto: Archivo AP)
Con Pelé todo cambió para el Santos, para Brasil y para el futbol mundial. Fue el único jugador en ganar tres mundiales. (Foto: Archivo AP)

Edson Arantes do Nascimento trabajó como limpiabotas a la par que entrenaba y fue un 16 de setiembre de 1956, con 16 años, cuando anotó su primer gol en su partido de debut con el poco competitivo, entonces, Santos F.C., representante de un municipio del Estado de São Paulo. Con Pelé todo cambió para el Santos, para Brasil y para el fútbol mundial. Fue el único jugador en ganar tres mundiales: Suecia 1958; Chile 62, aunque no pudo jugar la final por una lesión; y luego de que la selección brasileña perdiera en Londres 1966 en primera fase y que Pelé anunciara el retiro de la selección, Brasil se sublevó a su decisión y regresó al equipo para México 1970, donde se consagró.

De Pelé se puede escribir mucho: su dificultad de deslindar con dictaduras de Brasil; su faceta filantrópica; etc., pero dejaré que sea una cita extraída de la columna “Pelé vivirá para siempre”, del compositor, escritor y profesor de la Universidad de Saõ Paulo José Miguel Wisnik, publicada en The New York Times (30/12/2022), la que nos haga entender la esencia de este hombre humilde y mundial a la vez:

“Lo que le atormentaba era un sentimiento de doble identidad: era ‘Pelé’, la mayor leyenda viva del deporte mundial del siglo XX, pero también ‘Edson Arantes do Nascimento’, el hombre corriente cuyo trabajo consistía en vigilar a Pelé, cargando con el peso de su existencia casi sobrenatural. Pelé… pensó, quizás con cierto humor, que se le debía alguna respuesta a por qué se le había dado este doble destino, manteniendo un estatus divino a los ojos del mundo, pero sintiéndose demasiado humano. Pelé…pensó, quizás con cierto humor, que se le debía alguna respuesta a por qué se le había dado este doble destino, manteniendo un estatus divino a los ojos del mundo, pero sintiéndose demasiado humano. A su muerte, se preguntaba, ¿quién moriría, dado que en su interior coexistían tanto el semidiós encarnado como la más simple de las criaturas? Cualquiera que le haya visto jugar no dudará de que Dios le debía una explicación…”.

¿Pelé, Maradona, Messi, otro? Esa es una pregunta deportiva, pero, como ser humano y dado su origen, circunstancias y comportamiento, el hombre que jugaba para Santos ya tiene un lugar en la historia.