En Glasgow, Escocia, una de las ciudades más emblemáticas de la revolución industrial, se desarrolló la Cumbre del COP26.  (Foto: Oli SCARFF / AFP)
En Glasgow, Escocia, una de las ciudades más emblemáticas de la revolución industrial, se desarrolló la Cumbre del COP26. (Foto: Oli SCARFF / AFP)

Los líderes de diversos países del mundo se reunieron en días recientes en dos cumbres: la de las autoproclamadas 20 potencias industrializadas del mundo, el G20, en Roma, y la llamada COP26 para lidiar con el cambio climático en Glasgow, Escocia.

Durante el G20 se firmó una declaración prometiendo políticas financieras para futuros problemas globales como la pandemia del COVID y para la búsqueda de una solución urgente al problema en la cadena de suministros global ocasionada por la pandemia que ha creado congestión en puertos, falta de personal para medios de transporte y, por lo tanto, problemas de abastecimiento e inflación a nivel mundial. Como nunca, somos testigos de una crisis que debemos definir como “globalizada” porque tiene como esencia la interdependencia comercial y energética en todos los países del mundo.

La ausencia de los presidente de Rusia y China en ambas reuniones ante un contexto como el actual es sintomática porque, ante los desafíos sanitarios y económicos del COVID-19, revela el distanciamiento entre “occidente” (como concepto cultural y no geográfico, porque incluye a Australia, Japón, etc.) por las sanciones económicas al régimen de Putin desde la anexión de Crimea, Ucrania y las acusaciones de ciberataques, y el distanciamiento con China, por su agresiva política comercial y sus zarpazos a la autonomía de Hong Kong, en 2020, y amenazas recientes a Taiwán.

¿Se podrá resolver el problema comercial y energético actual, debatido en Roma, llamada la “ciudad eterna” porque allí “el tiempo parece haberse detenido”, con las promesas de cambio climático en una de las ciudades más emblemáticas de la revolución industrial, Glasgow? ¡Quizá debieron hacer el G20 en Escocia y el COP26 en Italia!