El peligro de la extinción de grandes extensiones de vegetación en la Amazonía, arrasada por incendios, sobre todo en Brasil, no se resuelve ni se prevendrá con fútiles debates, atribuyendo a ideologías de izquierda o de derecha las causas de esta catástrofe.
Es cierto que Brasil ha sufrido durante los meses transcurridos en 2019 un 89% más de incendios forestales de los que ocurrieron para la misma fecha el año pasado y eso, definitivamente, vincula a las políticas de deforestación masiva de Jair Bolsonaro lo que está ocurriendo; pero lo mismo sucede en Bolivia, en donde Evo Morales también ha permitido, a través de un decreto de su Gobierno, que los agricultores y ganaderos quemen zonas de la Amazonía para despejarlas y, así, dedicarse a sus rubros.
Tanto el derechista Bolsonaro como el izquierdista Morales han reaccionado tarde, y luego de protestas internas en sus países y críticas de muchos gobiernos del mundo. Ambos han defendido sus políticas, Bolsonaro en el nombre de la productividad y Evo por el derecho a la subsistencia de los campesinos, pero el efecto es el mismo y la solución es la búsqueda de alternativas más inocuas para garantizar la agricultura y ganadería en el Amazonas sin destruir el ecosistema.
Las organizaciones ambientales y los expertos en ecología pueden ayudar a los países que comparten la Amazonía en la búsqueda de soluciones tecnológicas al dilema entre productividad y ecología; y los “opinadores” deberían analizar a los depredadores de la naturaleza en base a sus intereses económicos y no por ideología, como lo demuestra un ranking de la encuesta Datosmacro.com de 2016: China, el más contaminante, seguido por Estados Unidos, India, Rusia, Japón, Alemania, Irán, Corea del Sur y Brasil de los tiempos de Dilma.