La alta traición de Trump a los kurdos. (EFE)
La alta traición de Trump a los kurdos. (EFE)

El intento del Congreso de Estados Unidos de investigar al presidente Donald Trump para someterlo a un proceso de ‘impeachment’ por abuso de poder, tras haber exigido al presidente de Ucrania investigar en ese país los negocios, supuestamente corruptos, del hijo del candidato a las primarias demócratas Joe Biden, parece traducirse en una imprudente política exterior, buscando distraer la atención del escándalo.

Trump, en su desesperación, apresuró acciones que le valieron la renuncia de su primer secretario de Defensa, James Mattis, en diciembre de 2018, y ahora la retirada de tropas norteamericanas de la zona kurda de Siria también ha sido criticada por miembros del Pentágono, de sus servicios secretos y de algunos congresistas republicanos.

Los kurdos son un grupo étnico que adoptó la religión islámica en el siglo 7 d.C. y hoy es conformado por más de 50 millones de personas que habitan, principalmente, en un territorio continuo entre el sudeste de Turquía (45% de ellos), el oeste de Irán (25%), el norte de Iraq (25%) y el noreste de Siria (5%).

Luego de la Primera Guerra Mundial, las grandes potencias ganadoras, Reino Unido y Francia, se repartieron el Medio Oriente y, al crear a las naciones árabes de acuerdo a sus intereses, dejaron a los kurdos sin país, pese a que comparten un origen común asiático, así como el idioma, una historia y tradiciones propias. A partir de entonces este pueblo, que se encuentra en el Medio Oriente desde el siglo 8 a.C., ha vivido como minoría discriminada en estas cuatro naciones, y solo en Iraq tienen autonomía desde 2005, pero no independencia.

De origen asiático, los kurdos se convirtieron –en Iraq y Siria– en los principales aliados de Occidente en la lucha contra los islamistas radicales del Estado Islámico (ISIS) que los asesinaban, simplemente, por no ser árabes. La milicia kurda iraquí, Peshmerga, y la kurda siria, YPG (una milicia con un 20% de mujeres), fueron la vanguardia ofensiva por tierra para derrotar a ISIS, por lo cual fueron entrenadas, armadas y financiadas, principalmente, por EE.UU.

La garantía de la supervivencia de los kurdos sirios e iraquíes, odiados tanto por los islamistas radicales como por el gobierno de Al Asad –apoyado por Irán– y por Turquía, que lleva décadas luchando contra la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en su territorio, era la presencia de tropas norteamericanas. Pero ahora, en Siria, los kurdos quedan expuestos a masacres del ejército invasor turco. Trump expresa ahora, cínicamente, un supuesto “desacuerdo” con la invasión de Turquía al Kurdistán sirio, amenazando al gobierno de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, con sanciones económicas si causa muertes a sus exaliados, pero la realidad demuestra que ambos mandatarios habían acordado lo que está sucediendo.

Cuando el general James Mattis renunció al máximo cargo de defensa de EE.UU., declaró que un repliegue prematuro de las tropas de su país podría “dejar un vacío que puede ser aprovechado por el régimen de Asad o sus apoyos”. Mattis también advirtió que una retirada estadounidense dejaba a los aliados kurdos vulnerables a un ataque de Turquía.

En una reunión del 14 de febrero de este año, Putin, Erdogan y Rohani, los presidentes de Rusia, Turquía e Irán, se reunieron para sellar un acuerdo de repartición de zonas de influencia de sus naciones en la Siria de posguerra. A sabiendas de una futura retirada de EE.UU. de Siria, Putin y Rohani le pidieron a Erdogan no intervenir militarmente en la zona kurda para entregársela al régimen del dictador Al Asad (dícese, a la misma Rusia e Irán que controlan el resto del país), a lo que el autócrata turco se negó, argumentando que ya negociaba con el presidente norteamericano una zona de seguridad.

Erdogan, quien argumenta sin pruebas que la creación de una “zona de seguridad” de 480 km de largo y 30 km de ancho en la zona kurda siria se debe a la presencia de guerrillas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, también anunció que planea desplazar a más de tres millones de inmigrantes y refugiados árabes que su país acogió por las guerras de Iraq y Siria para que vivan en el Kurdistán sirio, y con eso alterará la demografía en una zona donde viven tres millones de habitantes kurdos.

Eso implicaría acabar con la histórica presencia de los kurdos en esa región por más de 23 siglos. Además, si se debilita la milicia kurda, ISIS podría empoderarse, con lo cual Trump y Erdogan estarían abriendo una caja de Pandora que podría hacer resurgir la guerra civil siria.

Todos los dictadores involucrados en Siria y la alta traición a los kurdos de un presidente desequilibrado en EE.UU. ponen en peligro las vidas de millones.

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