El mandatario de Rusia, Vladimir Putin, y su homólogo estadounidense, Donald Trump. (Foto: AFP)
El mandatario de Rusia, Vladimir Putin, y su homólogo estadounidense, Donald Trump. (Foto: AFP)

El pato Donald es una creación de la compañía fundada por Walt Disney y acompañó a su primer personaje de cómic, el ratón Mickey, junto con un grupo de otros personajes. Donald Duck, en inglés, es un pato con un comportamiento humano muy malhumorado que grita frases poco comprensibles e incoherentes y tiene en su entorno familiares como sus tres sobrinos y su tío Rico McPato.

Drácula es un personaje ficticio de terror que se alimenta de sangre, creado por el escritor irlandés Bram Stocker en su libro de 1897. A diferencia de Donald, Drácula está inspirado en un príncipe de Valaquia –una región del sur de Rumania– llamado en realidad Vlad Draculea. Vlad vivió en el siglo 15 y dirigió un grupo de sangrientos combatientes para repeler de su territorio a las tropas del ejército turco-otomano y se hizo famoso por la forma de castigar a sus enemigos bajo la cruel ejecución del empalamiento (los clavaba vivos con estacas y los atravesaba por diferentes partes del cuerpo para que agonizaran lentamente).

Donald es muy popular entre los niños y algunos adultos en Estados Unidos, pero todos saben que es caricaturesco; en cambio, el Drácula de ficción asusta y el real llegó a ser venerado por el régimen comunista de Nicolae Ceausescu, que lo declaró héroe nacional de su país.

La cumbre de Helsinki me recordó a Donald y a Vlad, y cómo en EE.UU. se investigan las probables conexiones entre miembros del entorno de Donald Trump (incluidos familiares) y gente del cruel Vlad (Vladimir Putin), quien, aparentemente, durante la campaña electoral de 2016, ordenó el espionaje cibernético contra el partido demócrata.

¿Será por eso que los acontecimientos en Estados Unidos y Rusia nos lucen ahora como un cómic tenebroso?