Alegría desbordante en un país que hace 36 años no llegaba al mundial. Se generaron expectativas. Un tema nacional en un país futbolero por afición y no por éxitos deportivos. A partir del 70, en 16 años llegamos a tres mundiales: 70, 78, 82 (generación dorada). Nos eliminó Chile en el 74 y en el 85 ganábamos en Argentina hasta el minuto 82, Gareca empata y quedamos fuera de México 86.
El grupo actual, hechura de Gareca, fue renovado y en su mayoría será el equipo del Mundial, pero podrían perfilarse jugadores para futuros torneos internacionales.
En la Copa América Centenario obtuvimos el tercer lugar y le ganamos a Brasil tras 40 años. Gareca se atrevió al recambio generacional 90-2000 vs. 80; resultando en una excepcional segunda parte de clasificatorias. Respetó el ADN peruano, el fútbol de toque, y ha sido coherente con el proceso. Su lista de jugadores no es inmóvil, pero respeta los rendimientos, compromisos y disciplina. Ello genera sana competencia. El incentivo se potencia con la clasificación, es el rendimiento lo que descarta o promueve, y nadie está descartado, ni Pizarro.
En el futuro será importante potenciar el trabajo con menores. Un número importante de jugadores salió de Sub 20 de Ahmed: Flores, Polo, Yordy, Tapia, etc.
El proceso Gareca/Oviedo, con el apoyo de Oblitas, Matute y otros, deja lecciones para la economía y el Estado. Los procesos deben respetarse.
Reestructurar puede ser indispensable y nada funciona sin liderazgo y disciplina. Por otro lado, los efectos económicos inmediatos son el incremento de la valorización económica del equipo, mayor demanda de sponsors, y mejor ánimo, conveniente para el consumo. “Tócame que es realidad”, estamos en Rusia 2018 y no es el final de un ciclo, sino el comienzo de un futuro diferente, cuyo reto será hacer sostenibles estos resultados y no tener que esperar 36 años otra vez.