(Foto: Ernesto Benavides / AFP)
(Foto: Ernesto Benavides / AFP)

@CamilaBozzo1

¿Para qué dorarnos la píldora? Es un hecho prácticamente consumado que nos espera un Congreso similar al actual y al anterior: fragmentado y dividido.

¿Por qué votamos así? ¿Por qué nos hacemos el harakiri de esa manera? Creo que no toda la culpa es nuestra. En realidad, no tenemos los congresistas que nos merecemos, sino los que nuestros partidos nos ofrecen.

Y es que en el Perú, a diferencia de países más institucionales, nuestra democracia flaquea por la aguda crisis del sistema de partidos. En vez de alentar la meritocracia y la formación de cuadros políticos solventes, la mayoría de partidos promueve candidaturas personalistas e improvisadas, o que defienden sus intereses particulares. Muchas organizaciones partidarias, obviando la necesidad de políticos con trayectoria moral y profesional, convocan a personajes que o bien les traen réditos electorales o bien pagan por su curul.

En este escenario de anarquía, varios de los congresistas electos se van por la libre y, en vez de ceñirse al ideario y propuestas del partido por el que postulan, responden a sus propios intereses o consignas.

MIRA: Del periodismo responsable

Peor aún, como los partidos tienen una cuota de invitados permitida por ley, para granjearse la simpatía de un electorado desafecto con la clase política (y para pasar la valla), invitan a personajes populares, de la farándula, o a influencers políticos. Muchos de ellos no entrarán con la idea de pertenencia o identificación con el partido por el que postularon, con el riesgo de que las bancadas se fracturen. Lo vimos en el Congreso anterior y en este.

Por eso urge que se elimine el voto preferencial y que se termine la reforma política, aprobada a medias y con cortapisas. Por ahora, no nos queda más que informarnos, votar por el mejor candidato posible y cruzar los dedos para que el próximo Congreso sea menos malo que este y el anterior.

Presidente Francisco Sagasti: “Con las vacunas empezamos desde cero”
El jefe de Estado marca distancia de sus antecesores Merino y Vizcarra, y aclara que al asumir el cargo no había ningún contrato para la adquisición de vacunas contra el COVID-19.