(MarioZapata/Perú21)
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En Lima somos 10 millones, la tercera parte de todo el Perú metida en una misma ciudad. Después de El Cairo, somos la segunda ciudad más poblada del mundo en medio de un desierto. A eso agréguele todos los males: transporte público, tránsito, salud, mercados, seguridad, agua, electricidad, recojo de basura y creciendo. Súmele que tenemos 42 gobiernos distritales, casi uno por barrio, obligados a concertar sus políticas públicas. Lima es, en verdad, un problema.

Si es así, en estas elecciones municipales deberían liderar las encuestas los que tienen el mejor plan de gobierno. Deberían, pero no es así porque hay varias Limas. Hace 60 años nuestra Lima era la “ciudad jardín”, señorial y jaranera, la de Chabuca Granda, apenas rodeada por un cinturón de pobreza llamado barriadas. Esa zona creció hasta convertir a Lima en una ciudad cinco veces más grande.

Crecimos primero porque el control de precios de los alimentos no daba futuro a los campesinos, porque la reforma agraria fue un desastre y porque el terrorismo desalojó Ande y selva. Millones vinieron a Lima a trabajar en lo que sea. Así nació esta Lima migrante, sobreviviendo entre paisanos, sin deber nada al Gobierno, emprendedora. Lima va a tener 500 años de fundación española, pero para la gran mayoría nació hace tan solo 60.

De los alcaldes, tres conectaron con esta Lima naciente. Barrantes, con el Vaso de Leche; Andrade, con el trato a los ambulantes; y Castañeda, con sus escaleras amarillas. Identificaron necesidades y les dieron solución. Ahora las conexiones son más perversas: voy a botar a los venezolanos, voy a matar a los delincuentes, voy a eliminar papeletas y peajes. Será alcalde el que sustituya esas barbaridades, el que conecte con esta nueva Lima, al que sientan que es parte de ella. Que así sea.

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