Roque Benavides, presidente de la Confiep, señaló en su participación que existe una "campaña de destrucción" contra el sector privado. (Foto: Facebook IPAE)
Roque Benavides, presidente de la Confiep, señaló en su participación que existe una "campaña de destrucción" contra el sector privado. (Foto: Facebook IPAE)

El primer día de la CADE, el presidente de la Confiep, Roque Benavides, declaró que los magistrados anticorrupción constituyen una campaña antiempresarial, e inmediatamente fue objeto de bullying en redes.

Desde luego sonó a una victimización y muchas críticas resultaron –en mi opinión– válidas. Pero no necesariamente dejaba de tener un punto. No es una conclusión válida afirmar que el empresariado peruano sea corrupto a partir de que haya financiado transparentemente unos spots que defendían unas ideas económicas, incluso si el spot coincidía con una elección presidencial. Otra cosa es si la preocupación era fundada o no, y el spot oportuno. Pero hay quienes aprovechan la situación para sugerir que ese auspicio era corrupto y, sin mayor rigor lógico, hasta pretenden que eso abona a la descabellada idea de cambiar de Constitución (para adoptar una más intervencionista).

El problema es que la intervención de Roque fue tal vez contraproducente, porque los detractores del empresariado y de las libertades económicas tienen ahora más pretextos. Un líder empresarial no puede darse el lujo de decir públicamente cosas, aunque las crea ciertas, sin calcular cómo serán recibidas. Se perdió así la oportunidad de dar un mensaje preciso y más efectivo. Otro tanto puede decirse de las declaraciones del presidente del BCRP, Julio Velarde, que fueron sacadas de contexto para que pareciera que dijera que no importa la corrupción, cuando después aclaró que esa no había sido su intención. A ambos les faltó, pues, mayor sofisticación en su estrategia comunicacional, aunque en el fondo tenían (algo de) razón.

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