Tamar Arimborgo hizo polémica intervención. (USI)
Tamar Arimborgo hizo polémica intervención. (USI)

Es abogada, educadora, pastora misionera evangélica, ah, y congresista. Pero como su disminuyente agrupación no tiene suficientes problemas, ella se ha desvelado escribiendo un proyecto de ley que propone excluir la “ideología de género de la educación”. ¿Cómo excluir algo que no existe? ¿Por qué no excluimos, más bien, cualquier iniciativa que provenga de grupos fanáticos religiosos? O mejor: ¿por qué no excluimos, del derecho a postular al Congreso, a pastores de cualquier rebaño, llámense estos evangélicos, cristianos, cientólogos o lo que sea que profesen?

La congresista Arimborgo dijo, en 2017, que “si existen crímenes de odio, entonces también existen crímenes de amor”. Es decir, según la abogada, a Arlette Contreras no intentaron asesinarla cuando la arrastraron de los pelos por escaleras y pasadizos de un hotel en Ayacucho, no, el varón estaba tan desesperado por ella, que casi la mata, pero de amor, no hubo odio alguno, no malinterpretemos. Y la periodista Lorena Álvarez, autora del libro testimonial No te mato porque te quiero (Planeta, 2018), tampoco fue víctima del odio de su ex pareja, qué dicen, él casi la muele a golpes porque la pasión es así, pero efectivamente el hombre no la mató porque la quiere, de modo que Álvarez debería sentirse halagada, amada y deseada como nadie.

Las razones que expone Arimborgo para justificar su proyecto son que la “ideología” de género causa problemas psiquiátricos y psicológicos, enfermedades de transmisión sexual, cambios indeseados de sexo biológico (esto es brillante), sida y cáncer.

Lo que ella quiere excluir no existe y sin embargo estamos plagados de peruanos con problemas psiquiátricos y psicológicos. Hombres que no evolucionan y siguen, por instinto, cazando a las mujeres cuya libertad vulnera su condición de machos dominantes, llevándolas de los pelos a la cueva para darles de porrazos, violarlas y luego matarlas, para que no se reproduzcan, por perras.

Pero como en su aldea de trogloditas nadie siente ni piensa más allá de las paredes oscuras de sus cuevas, los congresistas Karina Beteta, Nelly Cuadros, Carlos Tubino, Juan Carlos Gonzales, Betty Ananculi, Gladys Andrade, César Campos y María Ramos también han firmado, muchos de ellos sin mirar, total… el contenido de una ley… a quién le importa, lo que cuenta es el espíritu de cuerpo. Un cuerpo que, gracias a Dios, cada día se desvanece más, pues ya a nadie engañan con su guerra sucia. Y el cáncer son ellos, cangrejos anaranjados patas arriba, que se resisten a morir, esperando que alguien les dé vuelta para seguir retrocediendo. No, gracias.