Elmer Quispe Ríos murió en el Vraem tras enfrentarse a terroristas en Ayacucho. (@malditaternura)
Elmer Quispe Ríos murió en el Vraem tras enfrentarse a terroristas en Ayacucho. (@malditaternura)

El jueves, el suboficial FAP de Tercera Elmer Quispe, del Comando Especial Vraem, fue asesinado por terroristas en un enfrentamiento en Conayre, provincia de Huanta, Ayacucho. Los medios de comunicación, todos, han cubierto con luto y tristeza la caída de este joven que murió por algo más grande que él mismo, más profundo que cualquiera de nosotros: murió por su patria.

¡Qué lejano suena morir por la patria en este tiempo! Qué espacio tan grande el que nos divide de quienes se visten de Perú y viajan a los lugares más hostiles del territorio para luchar por esa bandera que nos une y que algunos miserables manchan con sus miserias y sus pequeñeces. Hay tanto que reflexionar y a la vez tan poquito: Elmer está muerto y no habrá consuelo para los que lo quisieron.

En sus ojos hay una mirada que podría ser de cualquier amigo… Ojalá que exista el cielo. Ojalá que ese lugar de paz y ajeno al dolor al que aprendí a querer llegar de niño esté detrás de la vida. Ojalá que Elmer nos espere allá, porque tenemos gracias que darle y disculpas que ofrecerle: ayer no se han izado banderas a media asta ni se ha condecorado, ni de forma póstuma, a un héroe nacional.

Los dueños de los derechos humanos no ven que Elmer nunca dejó de ser humano cuando se enfundó en ese uniforme verde y fue a luchar por un país que tan poco le ha dado. Fue a morir por ustedes y por mí, para que hoy vivamos en paz. ¿Por qué nadie marcha en la plaza San Martín en contra de quienes matan a nuestros jóvenes con indolente frecuencia? ¿Dónde están las lágrimas?

Ya no creo en los abanderados de la corrección; los desprecio. Incapaces de poner un solo tuit recordando que Elmer fue hijo de dos padres. Que dejó atrás una huella de dolor que no borrará nadie. Es que defender a los militares no vende. La cooperación internacional no va a echarte unas monedas por alzar la voz por él. Y tú, traficante de palabras, no eres más que un proxeneta de dolores.

¿Cuándo acaba la asimetría en la empatía? ¿Cuándo harán una película del muchacho que en lugar de ir a la universidad se enroló en la FAP y se hizo comando? ¿Es que su pecho no se hizo mierda por la ráfaga asesina de un enemigo cobarde? Lo único que duele más que la muerte de Elmer es saber que otros vendrán después. Y nuestra indiferencia, que mata más rápido que un fusil.

Por Elmer, por los que vinieron antes y por los que vendrán después derramemos una lágrima. Y no es tan difícil. Piensa solo en que Elmer pudo ser tu hijo, tu hermano, tu padre o tu esposo.

¡Honor y gloria a nuestras fuerzas armadas!

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