Oía, pero no escuchaba...

Oía, pero no escuchaba... (Getty)

“Andrés, necesitamos educación, sin educación no logramos nada”.

Confieso, apartado y hasta defraudado de las humanidades, que venía desdeñándolas en su importancia. Reconozco, traumatizado por los desastres de las ideologías, que solo me alisto para enfrentarlas. Y admito admiración por el pragmatismo de Singapur; el “Keep it simple, stupid” de los EE.UU. y el “no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones” de la China de Deng Xiaoping.

Todo eso es tan importante como la humanidad para escuchar diálogos de Sócrates. Y es que con una mano se maneja el timón y con la otra se cambian, a la vez, las llantas del auto que lleva al país a su destino.

Y es que hay que manejar con las dos manos porque los líderes no nacen por generación espontánea. No son fruto del azar. Menos del arrebato ni de las improvisaciones. Los líderes son formaciones humanas, frutos preciosos de trabajo y éxito. Los verdaderos nunca se obtienen por añadidura. Son, al mejor estilo de la Grecia antigua, conformaciones balanceadas de cuerpos, mentes y almas. Ahora bien, con balance o sin él, no hay lugar para sofistas, populistas ni mercantilistas “viva la Pepa” que quieren las cosas sin esfuerzo, adoran sus parcelas y sus tronos, y viven con los bienes ajenos, sin el sudor de sus frentes.

Sócrates rechazaría hoy éticas apoyadas en ídolos, falsos líderes o superhéroes ideológicos. Hagámoslo también nosotros. No hay y nunca habrá almuerzo gratis.

Escuchemos la ética del trabajo, el éxito, el Estado de derecho, la economía de mercado y la educación excelente para líderes y ciudadanos. Y si para eso tenemos que perforar nuestros tímpanos o cruzar espadas, para escucharnos, hagámoslo.

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