En el ejercicio de la enseñanza universitaria y del oficio de librero, he visto que los jóvenes suelen ignorar algunos criterios útiles para la compra de libros. Puede no ser ocioso recordarlos aquí. Si te interesa un autor de otra lengua y hay más de una traducción, vale la pena averiguar cuál es la más confiable. Las diferencias entre una versión y otra pueden ser abismales y los motivos de un traductor para adulterar el original son muchos, desde escrúpulos puritanos hasta simple ineptitud. Así, por ejemplo, en una novela de Faulkner el calzón de una niña que mira el narrador se transforma en un pudoroso pantalón. Incluso encontrarás traducciones que tienen ventajas pero también carencias en comparación con otras. La versión de Las palmeras salvajes, también de Faulkner, que tradujo Borges omitía la palabra final: “Mierda”. Al parecer Borges usó una edición censurada.
Una obra cuya distancia se mide por milenios es aún más vulnerable a las infidelidades. Carlos García Gual, en su Antología de la lírica griega arcaica, no se toma la molestia de indicar los vacíos en los fragmentos que traslada, así que el lector desprevenido puede creer que está leyendo un poema completo de Safo, cuando apenas vislumbra una reliquia. Julio Pallí Bonet añade frases a Esquilo para hacer más bellos los versos de La Orestíada. La poesía china o árabe son aún menos confiables. En el primer caso recomiendo leer en inglés las delicadas versiones de Arthur Waley. Y aun editoriales de prestigio pueden vender malos productos, como Gredos y Alianza. La primera ha publicado dos malas traducciones de la Odisea; la segunda, una versión de Lord Jim que es una ofensa a la memoria de Joseph Conrad.
No menos prudencia se requiere en el caso de autores de nuestro idioma. Los siglos han borrado parte del vocabulario que usaron los clásicos o, peor aún, han trastornado su significado, de modo que uno corre el riesgo de creer que los está comprendiendo. Por eso necesitamos ediciones anotadas y, como las traducciones, su calidad varía. La editorial Cátedra puede realizar un buen trabajo con el Quijote y uno malo con El Conde Lucanor y La Celestina (obras imprescindibles), que debemos leer en las versiones de Castalia (es lamentable que no se distribuya en el Perú). En general, lo mejor es pedir consejo a un “lector competente” o a un librero (de los que hay muy pocos en nuestro país).
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