notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Regreso a Santiago de Chile, junto a un grupo de periodistas peruanos, luego de algunos años y encuentro un país más desarrollado. No me llama la atención; es lo que siento cada vez que vengo desde 1990. Pero algo puede cambiar en el futuro.

Si en los noventa se notaban, con claridad, las ventajas de las reformas económicas, y en la primera década de este siglo las ventajas del retorno a la democracia, hoy (en esta segunda década) se notan con claridad los avances en ciudadanía: las formas de la clase política, el manejo de las relaciones y las diferencias, la calidad del debate en medios, el acercamiento de la población a sus derechos y responsabilidades. Santiago parece hoy más una ciudad europea que latinoamericana.

Pero la visión de futuro de la clase política y empresarial no es un jardín de rosas; están muy claras las demandas de sectores sociales que se sienten marginados por el modelo, y las reformas planteadas por el gobierno parten por ahí. Más allá de que logren reducir dichas brechas por la vía de las reformas planteadas (no queda claro que funcionen como esperan), lo que resalta es el alineamiento de las reformas y políticas públicas con las demandas sociales.

Lamentablemente, llevarse solo por dicha lógica implica, por lo general, ideas económicas dirigidas a cumplir con las demandas, pero no a promover el desarrollo de la economía, con lo cual se aleja el sueño redistributivo que promovió las reformas. Pensemos, una vez más, en Europa: sin crecimiento y sin capacidad de redistribuir mejor.

Algo de eso siento en este plan reformista de la presidenta Michelle Bachelet: un inmenso voluntarismo para realizar reformas guiadas por las insatisfacciones sociales, más que reformas basadas en la experiencia y sensatez económica, que efectivamente mejoren la realidad.

No hay duda de que los deseos del gobierno chileno son nobles y plausibles, y están inspirados por las necesidades del ciudadano. Sin embargo, anteponer esas necesidades a la lógica económica y los incentivos puede ser contraproducente. Veamos qué resulta.