Nuevo capítulo para Lima

“De la seriedad y la honestidad con que asuma su trabajo dependerá que malgaste el modesto pero valioso crédito social que se ha ganado en las urnas o que logre acrecentarlo gracias a una gestión eficiente”.
(Foto: shutterstock)

El nuevo alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, tendrá dos duros frentes en los que tendrá que lidiar desde el día uno. Conducir la ciudad sin el apoyo del Gobierno Central con el que, a no dudarlo, mantendrá una tensión permanente.

Ello por sus primeras declaraciones como burgomaestre electo: ya ha adelantado que no coordinará con Pedro Castillo y no buscará un encuentro con él (“¿Usted cree que voy a reunirme con una persona que está destrozando al Perú y que nos deja pésimo en cada evento internacional que va?”, ha dicho).

No sería la primera vez que un alcalde metropolitano realiza su gestión enfrentado con su vecino de la Plaza Mayor. El propio López Aliaga recuerda bien que durante la gestión de Luis Castañeda, en la que él fue regidor, tampoco se mantuvieron buenas relaciones con el Ejecutivo. Los recursos que el gobierno le retacee tendrá que buscarlos de una manera ingeniosa, recurriendo obviamente al sector privado, para lo cual entonces deberá elaborar proyectos serios y rigurosos.

El segundo frente de desafíos será cumplir la palabra empeñada con la ciudad y sus 10 millones de habitantes. Hay temas que sí o sí deben ser una prioridad para López Aliaga y que además darán la medida de su futuro político. De la seriedad y la honestidad con que asuma su trabajo dependerá que malgaste el modesto pero valioso crédito social que se ha ganado en las urnas o que logre acrecentarlo gracias a una gestión eficiente, guardando una coherencia que, sin ir muy lejos, su bancada no llega lucir en el Congreso.

Nos referimos a las tareas pendientes sobre inseguridad ciudadana, a que avance algo en la resolución del tremendo caos en el transporte urbano público y privado, que mejore la semaforización, que atienda a la crisis alimentaria en las zonas más deprimidas de la capital y asegure, a costos asequibles, la provisión de algunos servicios básicos como el agua, de la que tanto ha hablado y prometido en su campaña.

Es, en fin, una nueva oportunidad que tiene la capital, quizás no para convertirse en esa “potencia mundial” que pregona el líder de Renovación, pero sí al menos para hacer más llevadera y saludable la vida de los limeños y sus visitantes del interior y del extranjero.

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