Salvador del Solar también volvió a reiterar que nunca ha sido la intención del Gobierno cerrar el Congreso. (Foto: GEC)
Salvador del Solar también volvió a reiterar que nunca ha sido la intención del Gobierno cerrar el Congreso. (Foto: GEC)

Hace una semana no se habla de otra cosa. ¿Cuándo serán las elecciones? ¿El Congreso actuará de espaldas a la población? ¿Qué va a pasar con la economía? ¿Cómo va a reaccionar la calle?

Las agrupaciones políticas no estaban pensando en listas parlamentarias ni en candidato presidencial; ni siquiera estaban pensando en hacer política y cultivar ideas, como es su deber. En el sur, por ejemplo, ningún partido ha sido capaz de sacar adelante la voz de los que están a favor de la minería; los arequipeños que gracias a la influencia positiva de Cerro Verde en la ciudad están de acuerdo con Tía María no han tenido un solo líder político que los organice y los represente.

La propuesta de adelantar las elecciones los agarró fríos, así es que la primera reacción del fujimorismo y el Apra fue, por decir lo menos, destemplada. Los más alucinados le pidieron al presidente que renuncie y que les deje el gobierno del Perú a ellos.

La opinión pública, sin embargo, no pareciera estar de acuerdo; al contrario, la forma como reaccionan los ciudadanos cuando se encuentran con algunos congresistas es un indicador de altísimo rechazo. Les han perdido el respeto, los insultan en la calle. La palabra autoridad ya no tiene contenido, el concepto de representación se ha quedado vacío, hueco y el problema es que una situación así solo alimenta la anarquía.

La crisis política que comenzó en 2016 ha ralentizado la economía y, como se sabe, la incertidumbre y la inestabilidad son las peores aliadas de la inversión. No nos engañemos, ningún inversionista tomará una decisión importante antes de que se defina el próximo gobierno.

Por eso, los congresistas que guardan amor y compromiso con el país deben reflexionar, no tiene sentido alargar la agonía. Sería contraproducente alentar dos años de inestabilidad y desentendimiento cuando el propio Gobierno está proponiendo que sea solo uno. La realidad no se puede negar.

Por otro lado, permitir que los liderazgos de la izquierda radical se fortalezcan aprovechando la crisis y la incertidumbre es sumamente irresponsable. Mientras más tiempo tengan los extremistas para tirar piedras y bloquear carreteras, con el pretexto de la minería, el petróleo o lo que sea, más cosecharán. El asunto es serio, de los políticos que están en el Congreso depende que los radicales tengan uno o dos años para afianzar sus peligrosos y nocivos liderazgos.

El propio presidente Vizcarra lo ha advertido. Fue personalmente a Arequipa para intentar abrir el diálogo, y se encontró con un aspirante a Evo Morales que le cerró la puerta en las narices y se negó a consensuar.

El futuro político del presidente del Congreso, Pedro Olaechea, depende de las decisiones que tome en estos días. Si se convierte en un presidente del Congreso que dialoga con el Ejecutivo mirándole a la cara al pueblo, podría ser un candidato presidencial reconocido como demócrata. Pero si permite que la ciudadanía lo asocie con las Betetas y los Becerriles, su futuro político no será auspicioso, la mayor parte de la opinión pública está en contra de esa posición. Y los candidatos que tienen futuro son los que tienen menos antivoto.

Además, en la bancada fujimorista habrá sorpresas. Los intereses de Fuerza Popular en el Congreso no son los mismos que los de Keiko Fujimori, en prisión preventiva o siguiendo su proceso judicial en libertad. Hay congresistas fujimoristas que cuidan desde su bolsillo hasta su situación penal; Fujimori, en cambio, tiene que pensar en el futuro de su partido y en el juicio que enfrentará. Sabe que la única manera de recuperar un espacio razonable en el próximo Congreso es reconstruyendo, en algo, la imagen deteriorada que la opinión pública tiene de ella y de sus partidarios.

Como política, sabe también que no puede enfrentar unas elecciones con el desprestigio que sus congresistas y voceros se han ganado, menos cuando será procesada como parte del caso Odebrecht. Más temprano que tarde veremos quiénes la acompañan.

Las cosas son como están. Los que quieran salir en la próxima foto se tendrán que despabilar; tienen que tener todo listo en menos de cinco meses.