Congresistas pasan a personal a planilla con contrato indefinido sin cumplir requisitos. (Perú21)
Congresistas pasan a personal a planilla con contrato indefinido sin cumplir requisitos. (Perú21)

El Congreso demostró una vez más ser una burla. La indignación de la población ya alcanzó niveles estratosféricos. Si bien nuestro reciente malestar fue motivado por las flores, iPads, frigobares y televisores, esto es solo la cereza del pastel. Lamentablemente, existen dos factores difíciles de corregir que explican su decadencia.

Por un lado, tenemos la falta de confianza. Según la última encuesta de GFK, el Congreso es la institución con peor reputación. El 41% de los peruanos desconfían de esta. Aquella medición nacional coincide con los resultados del Reporte de Competitividad del WEF, dentro del cual, en la subcategoría que mide los estándares éticos de los políticos, nos ubicamos en el puesto 126/137, atrás de Uganda (99) y Yemen (115).

Este resultado no es casualidad. Acciones como impedir que la Contraloría fiscalice las compras del Legislativo o tratar de evitar que las cooperativas sean fiscalizadas por la SBS incrementan la desconfianza.

Por otro lado, en el Perú tenemos una pésima producción legislativa. Como ciudadanos, estamos acostumbrados a recibir proyectos de ley deficientes. Gracias al debate entre periodistas y especialistas algunos de estos proyectos no llegan a leyes o se modifican.

Por ejemplo, la discreta iniciativa del congresista Alcalá busca –sin medir impacto en el consumidor– alterar las reglas de juego que rigen desde el año 2000; ya que pretende decidir quiénes pueden ganar el despacho (generadoras hidroeléctricas) y quienes no (generadoras térmicas). Y de taquito, quién debe pagar la cuenta de las distorsiones regulatorias heredadas en el mercado del gas. Las interrogantes son por qué y para quién.

Tenemos un pésimo Congreso, pero nosotros lo elegimos. Que nos sirva de lección para 2021, porque #QueSeVayanTodos solo agravará nuestro problema.