(Foto: Facebook ONPE)
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Amable lector, disculpe la intromisión, pero tengo algo que decirle. Vaya a votar. Y no vote con el hígado, no. Vote con la cabeza y el alma. Vote por su familia, sus hijos. Si no los tiene, piense en los hijos de sus hermanos, de sus mejores amigos. Hoy, así suene exagerado —pero no lo es—, es un día crucial para la democracia. Más de 24 millones de peruanos elegiremos el Congreso del bicentenario, pero ese será solo el corolario de decisiones históricas que los elegidos deberán tomar no bien se sienten en sus curules.

Según Ipsos, el 85% de peruanos estuvo a favor de la disolución del Congreso. Disolución constitucional, de acuerdo al TC. El Congreso disuelto se esmeró afanosamente en darle la espalda al país, en proteger a los investigados del caso Lava Jato, en encubrir a fiscales que impiden castigar a los que se asociaron con empresas corruptas, en apañar magistrados que tejían redes de impunidad en el sistema de justicia, en favorecer a colegas que delinquieron. ¿Quiere usted nuevos congresistas que repitan las viejas mañas?

Aquí no hay santos ni demonios. Pero elegir al que defiende uno o más corruptos será volver a la impunidad de siempre. Elegir al que plantea leyes que benefician a unos pocos y perjudican a millones es no saber elegir. Hagamos del Perú un país vivible, y eso depende de su voto. Descarte a los que ofrecen obras y dinero. Esos no saben —o se hacen los que no saben— qué es el Congreso.

Fiscalizar, representar y legislar. Alguien debe cumplir esos tres requisitos. Un par habrá. Pero deben ser de un solo partido, no vale votar por dos partidos. No vote en blanco o viciado. Eso lo saca del conteo y permitirá que partidos insignificantes lleguen al Congreso. Nos jugamos muchas cosas hoy. No me cansaré de decirlo, pero después no vale quejarse. ¡Viva el Perú!

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