Villarán es investigada por la fiscalía por los presuntos delitos de asociación ilícita, cohecho pasivo propio y lavado de activos en agravio del Estado. (Foto: Hugo Pérez / GEC)
Villarán es investigada por la fiscalía por los presuntos delitos de asociación ilícita, cohecho pasivo propio y lavado de activos en agravio del Estado. (Foto: Hugo Pérez / GEC)

Esa fue su bandera, la de la honestidad. Se presentó como un ícono de la decencia y una alternativa política. En cada una de sus respuestas –ante posibles actos de corrupción durante su gestión como alcaldesa– se describía a sí misma como impoluta e incorruptible representante de las izquierdas en el Perú.

El ocaso de Susana Villarán a sus casi 70 años se dibujó con nitidez a partir de su confesión (a medias) mediática, con gesto y aspecto de buena gente imperfecta en la que afirmó que sabía desde hace mucho que los millones de la No revocatoria eran de Odebrecht y OAS. Impresionante cuando afirmó que lo hizo “para evitar que una mafia entre a Lima”, olvidando que otra mafia la estaba hipotecando.

Su exgerente de seguridad Gabriel Prado dio a conocer un audio grabado en 2017 de una conversación delatora con Susana y José Miguel Castro en la que la exalcaldesa, desde entonces, se preocupaba porque ‘alguien’ había asegurado en Brasil que les habían entregado “tres palos verdes”.
No sabemos cuál será el destino legal de Prado, pero es evidente que lo que intentan Susana y Castro (también con 18 meses de prisión preventiva) es evitar ser acusados como organización criminal.

No puede alegrar a nadie que líderes y funcionarios de derecha e izquierda sean los principales protagonistas de la corrupción en el Perú. Es de tontos aplaudir cuando tu adversario cae en desgracia. Pero es evidente que hay que tener mucho cuidado con aquellos que se erigen como la conciencia moral de los peruanos.

El sistema político en el Perú parece una coladera para la corrupción, pero también es necesario decir que somos una sociedad con indignaciones selectivas y duales. Permisiva con nuestras simpatías y abusiva con nuestras antipatías.