Redacción PERÚ21

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Humberto Sato, patriarca de la familia Sato y uno de los grandes de la cocina peruana, nos dice que para él la Navidad era, más que una fiesta, un momento para renovar los afectos. Y este es el espíritu que debemos conservar.

Cuando le preguntamos por las delicias que servirá a los comensales que visiten su restaurante (o hagan su pedido) para Navidad y Año Nuevo (día de su cumpleaños y el de su hijo Yaquir, además), nos dice que eso nace de su vocación porque sus clientes siempre coman lo mejor. Así, el lechoncito es a la segoviana y tienen una piel tan crujiente que hasta hoy resuena en nuestra memoria. Las salsas sí son nikkei.

Sin embargo, la mesa de Costanera 700, hoy es también criolla "por las locuras de Yaquir". Las opciones del lugar incluyen un sabroso arroz con pato, un estofado con asado de tira americano que resulta inolvidable y, el lujo extra de la velada, un aguardiente de vino (pisco), creado junto con el pisquero Pepe Moquillaza, que tiene láminas de oro. Es un lujo que más que soberbia representa agradecimiento: a lo comido, a lo bebido, a los afectos, a la familia, a la vida.