El ministro ha anunciado la creación de una comisión de trabajo que planificará el retorno a las aulas para en 2021 de manera gradual, flexible y segura. Las preguntas que debemos hacernos de manera inmediata son: ¿qué hemos aprendido en educación durante esta crisis sanitaria y cómo vamos a afrontar la nueva normalidad?

Primero, no podemos regresar al modelo previo a la crisis sanitaria porque ello implicaría que no hemos aprendido nada del duro momento que vivimos. El regreso a la presencialidad no debería ser bajo el mismo sistema que tuvimos hasta marzo de este año. Al contrario, se deben implementar importantes modificaciones basadas en el desarrollo de competencias socioemocionales, competencias digitales, en la innovación, el uso de nuevas tecnologías, la formación ciudadana y una mayor flexibilización y personalización de la educación.

No podemos seguir con sistemas rígidos, con mallas curriculares obligatorias como si todos los estudiantes tuvieran las mismas habilidades, las mismas necesidades o si vivieran las mismas realidades. Una buena educación va más allá de evaluaciones que solo miran matemáticas, compresión lectora o valoraciones vigesimales.

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Tenemos una gran oportunidad para repensar nuestro sistema educativo y es necesario que las escuelas y centros de educación superior tengan capacidad de innovar y probar nuevos sistemas. De lo contrario, regresaremos a lo mismo y habremos desperdiciado una de las grandes oportunidades que esta pandemia nos ha traído.

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