Pensábamos que con la llegada del nuevo año, y el inicio de la vacunación, todo iba a cambiar. Pero no. El milagro no se ha producido. Perú vuelve al confinamiento. Portugal, que durante la primera y segunda ola, mostraba índices envidiables, está en una situación terrible. Se plantean llevar a los enfermos allende las fronteras. Aunque no sé cómo: Han cerrado las de España. Porque España vuelve a presentar niveles de contagio y de fallecidos realmente espantosos.
Nos hicieron creer que, con las vacunas, todo se arreglaría. Sin embargo, el proceso de vacunación con excepciones como las de Israel, o Reino Unido, resulta pavorosamente lento. Ya sé que la vacuna no es el remedio definitivo a la pandemia, pero ayudará. Lo que hace falta es que los intereses de la industria farmacéutica no trastoquen el proceso. Y que los “vivos” sean descubiertos a tiempo. En España han salido casos de políticos, militares, y hasta religiosos, que se pusieron primeros para recibir la vacuna, pese a que no les tocaba. Descubiertos, dan peregrinas explicaciones. No está previsto el castigo para esta sinvergüencería, salvo el merecido rechazo social. Yo les obligaría a llevar un monigote en la espalda como en la inquisición.
Mientras tanto, científicos enviados por la OMS a Wuhan, después de pasar un estricto confinamiento, van a iniciar el estudio del origen y causa de la pandemia. Tienen conocimiento y experiencia suficientes para hacer un buen trabajo, y hacer visible al mundo entero los resultados de su investigación. Así quizás se tenga la certeza de que no hay motivo para inventar estrategias a las que pocos científicos (si alguno) dan pábulo. Biden, por cierto, ya ha dicho que se deje de decir tonterías sobre China, al respecto.