No me esperen en abril (Foto: Andina)
No me esperen en abril (Foto: Andina)

No está de más decir que encontrarnos sin Congreso es una situación excepcional que debe durar el menor tiempo posible. Así que en el JNE tendrían que estar muy desconectados de la realidad si piensan que la instalación del nuevo Congreso podría ser recién en abril, más de dos meses después de las elecciones.

En el peor de los casos, los nuevos congresistas deberían estar instalados, a más tardar, la primera semana de marzo. Para eso, el JNE tiene que apretar el acelerador, terminar al 100% el conteo de votos, levantar las observaciones de actas e impugnaciones, proclamar resultados y cerrar el proceso electoral. Este procedimiento, en elecciones normales, puede durar unos 50 días, pero ahora tiene que recortarse. Una situación excepcional como la que estamos atravesando requiere medidas especiales.

Pero eso no es todo. Luego, se necesita a Pedro Olaechea, quien tendrá que poner una fecha para coordinar la instalación del nuevo Congreso con la Junta Preparatoria. Ya se sabe quiénes conformarán esta junta (quien haya obtenido la mayor cantidad de votos dentro del partido más votado, el de mayor edad y el más joven). Además, el reglamento del Congreso establece que, en el caso de la instalación de un nuevo Congreso luego de una disolución constitucional, no se observarán las fechas ni se aplicarán los plazos establecidos para elecciones ordinarias, así que no hay razón para que Olaechea no vaya avanzando preliminarmente estas coordinaciones. No es necesario esperar a que el JNE termine su parte, aunque eso para Olaechea signifique reconocer que su periodo oficialmente terminó.

Mientras tanto, que los congresistas capitalinos vayan preparando su carta de renuncia al bono de instalación para entregarla junto a su credencial. Sería un suicido no hacerlo.

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