(Getty)
(Getty)

Siempre estuve convencida de que una mujer con independencia económica tenía mayores oportunidades de salir y salvar a sus hijos del círculo de violencia y pobreza que se perpetúa en tantos hogares en los que, salvo excepciones, es el hombre el que ha preservado la imagen de diligente proveedor aunque aporte poco a cubrir las necesidades de la familia. No importa que no haya pagado el agua ni la Luz; ni la escuela, materiales o libros.

La fuerza de una mujer que logra independizarse, con la capacidad de sacar adelante a sus hijos, da para mucho más que eso; pero a veces no lo sabe porque viene de hogares cuyo comportamiento repiten inconscientemente: en un hogar donde ambos padres convivan, aunque sea la madre la que más aporta, es el hombre quien continúa siendo reconocido como ‘jefe del hogar’.

Millones de mujeres lideran microempresas y ellas, solas, educan y mantienen a sus hijos; pero podrían hacerlo mejor si llevaran sus empresas contando con mayores conocimientos y herramientas. Esto les daría una ventaja adicional respecto a la experiencia adquirida con la práctica: no empezarían desde cero, sino con un determinado conocimiento teórico y, sobre todo, con una dosis de autoestima que la suma de capacitación, experiencia y teoría les brindaría junto con el respeto de la sociedad.

Por ello, toda capacitación, dentro o fuera de las aulas, merece el reconocimiento de la formalidad, del esfuerzo invertido y del logro alcanzado, para capitalizar un talento valioso que repercutirá en las generaciones siguientes, sobre los hijos que respetarán a las mujeres, y las hijas que se hará respetar.


TAGS RELACIONADOS