LIMA, 23 DE ABRIL DEL 2020

PERSONAL DE LA POLICêA NACIONAL REALIZA LARGAS COLAS DESDE AYER,PARA REALIZAR EL EXçMEN DE DESCARTE PARA EL COVID-19, EN EL HOSPITAL AUGUSTO B. LEGUêA EN EL DISTRITO DEL RêMAC.

FOTOS: GONZALO CîRDOVA/ GEC
LIMA, 23 DE ABRIL DEL 2020 PERSONAL DE LA POLICêA NACIONAL REALIZA LARGAS COLAS DESDE AYER,PARA REALIZAR EL EXçMEN DE DESCARTE PARA EL COVID-19, EN EL HOSPITAL AUGUSTO B. LEGUêA EN EL DISTRITO DEL RêMAC. FOTOS: GONZALO CîRDOVA/ GEC

El optimismo del “milagro peruano” de las últimas dos décadas llevó a que quienes se atreviesen a señalar nuestros problemas económicos e institucionales enfrentaran una aplanadora mediática. Los pinchaglobos siempre caen mal a quienes están ganando. Pero dos meses han sido más que suficientes para revelar un país que, aunque muchos no querían reconocer, en realidad nunca se fue. Hoy, en semanas tan marcadas por la tragedia y desolación, esconder la cabeza en la arena es imposible. Como escribieron hace un tiempo Andrea Stiglich y Carlos Ganoza, el Perú está calato.

No es novedad que la gente muera haciendo cola en un hospital a la espera de recibir atención. A inicios de año teníamos 100 míseras camas UCI. Tampoco lo es que siete de cada diez peruanos dependan del día a día para comer. El slogan “Quédate en casa”, ya sabemos, no significa lo mismo para todos. No es una novedad que nuestros mercados sean insalubres y que, por consiguiente, sus trabajadores estén hoy más expuestos al virus. Tampoco que más del 30% de hogares urbanos tenga que salir a comprar comida todos los días porque no tiene un refrigerador en casa para congelar alimentos sin que se malogren. Nada de eso ha aparecido con el virus. Tampoco que al Minedu se le haga difícil implementar su programa de educación a distancia porque millones no tienen acceso a Internet y computadoras, y otros cientos de miles no tienen una TV para seguir las clases en Canal 7. Que cerca de 6 millones no puedan lavarse las manos con agua y jabón todo el tiempo porque no tienen acceso a saneamiento no es algo que sucedió recién en estos últimos dos meses.

Entonces, ¿de qué normalidad hablamos cuando hablamos de la normalidad a la que queremos regresar? Si se trata de volver a esa maquillada por la macroeconomía, estamos perdiendo una oportunidad. Algo bueno tiene que salir de este trance.