"En esta pandemia, por supuesto que hay dolor, desesperación y muerte. Perderemos personas queridas que no resistieron la enfermedad, como si fuera cuestión del destino y sin que encontremos explicación para ello". (Foto: Manuel Melgar/GEC)
"En esta pandemia, por supuesto que hay dolor, desesperación y muerte. Perderemos personas queridas que no resistieron la enfermedad, como si fuera cuestión del destino y sin que encontremos explicación para ello". (Foto: Manuel Melgar/GEC)

En el intento de retomar lecturas “no de trabajo”, me encontré con Largo pétalo de mar, de Isabel Allende, obra que se me había escapado en su momento y que cuenta la historia de una familia que huye de España al finalizar la guerra civil con Franco como vencedor. Fue inevitable que, al sumergirme en las descripciones de los horrores de aquella guerra, hiciera la comparación con la “guerra” que supuestamente libra hoy el mundo contra la pandemia.

El resultado de mi reflexión es que no hemos visto nada que se pueda comparar: cientos de miles de muertos por la crueldad de un ser humano hacia otro (en otros casos fueron millones); no hemos tenido que acostumbrarnos a “la cirugía sin anestesia, al olor de la gangrena”, “a las piras para brazos y piernas amputados”, al hambre y racionamiento absoluto, en el que vale más un pedazo de carne o un sorbo de licor que un recuerdo de familia. Y luego, la huida de los vencidos: en este caso hacia Francia que, en un momento cerró sus fronteras y luego creó campos de concentración donde tuvo a los inmigrantes. Y entonces viene a la memoria la imagen del cadáver del niño ahogado en una playa turca, las condiciones de los migrantes sirios hoy y una guerra que no termina.

En esta pandemia, por supuesto que hay dolor, desesperación y muerte. Perderemos personas queridas que no resistieron la enfermedad, como si fuera cuestión del destino y sin que encontremos explicación para ello. Sí, habrá hambre y muertes que podrían haberse evitado, pero eso tendríamos que haberlo trabajado antes. Y está en nuestras manos.

Pero, a pesar de nuestros terribles temores, no faltó el papel higiénico, por ejemplo, y poco a poco vemos el espíritu de emprendimiento: desde mascarillas y ropa de protección hasta pollo a la brasa. Hay dolor, hay víctimas y hay injusticia, pero no con los horrores de una guerra.