(EFE)
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Hace 20 años viví un duelo abrupto muy duro. Mi contexto, sin duda, fue privilegiado. Creo, por otras experiencias más difíciles que conozco, que la persona decide cuánto el trauma lo domina o lo forja. Y tal vez algunas lecciones que saqué de mi túnel oscuro puedan ser útiles ahora. Escribir para aclarar lo confuso se me volvió un hábito. De ahí el nombre Lápiz y Babel.

Entendamos que el duelo de las familias afectadas por el coronavirus es brutal. La mezcla de rabia, pena, frustración, indignación y desolación son difíciles de describir. Vivamos diciendo cuánto queremos a los que tenemos cerca y haciendo cosas que nos hagan bien y que hagan bien.

Shit happens, dicen los gringos; esto es un huaico. Aun si la tasa de letalidad es baja, la muerte siempre duele, y ahora demuele. Cuídense y ayuden a que el resto se cuide. El Perú no puede darse el lujo de un confinamiento ilimitado. Tenemos que aprender a cuidarnos entre todos, año y medio como mínimo.

Vamos a transitar algo largo, doloroso y confuso, pero también transformador. Entender y manejar emociones y expectativas, nuestras y del entorno, va a ser difícil, pero nos va a obligar a aprender de todo. Hasta que celebremos la vacuna, más y más retos van a surgir y no queda sino entender y aprender. El virus nos ha empujado a todos a una montaña rusa a oscuras, pero no es igual Disney que una kermesse. Nos esperan angustias, dilemas e insomnio, pero es peor perder la buena onda. Amor y humor son conjuros potentes. Las ganas se ponen, no hay opción. Lo que hagamos dejará huella profunda en quienes se vean afectados. El corto plazo apremia, pero nuestras decisiones y la manera de transmitirlas debieran anticipar las huellas que dejarán. Tercos como mulas, por duro que sea, busquemos que el proceso sea transformador para bien. Conectémonos con los demás, emocionalmente primero, racionalmente después. El orden importa: la razón solo guía si la emoción no se le opone.

Y una reflexión macro. En un año será la primera vuelta de elecciones, posiblemente sin vacuna todavía. Ya hay tensión entre populismo impulsivo (que el trauma domine) y debates serios para enfrentar la pandemia y la crisis (que nos forje). Gobierno, sector privado y todo peruano de bien tenemos la obligación de demostrar que el segundo camino es lo sensato. Si el COVID-19 nos va a hacer sufrir tanto, saquémosle algún provecho. No dejemos que el país elija un COVID-21 para el bicentenario.