Ni espantan ni arañan
Ni espantan ni arañan

El caso de Alianza por el Progreso (APP), el partido de César Acuña, demuestra que la corrupción sigue lejos de espantar a los electores. Salvo que estemos frente a un megaescándalo que toque directamente al líder, son otros criterios los que determinan la fortuna de un partido.

Veamos primero el caso del legislador Humberto Acuña, quien fue elegido congresista a pesar de que ya cargaba sobre las espaldas una sentencia en primera instancia por un caso de corrupción durante su periodo en el Gobierno Regional de Lambayeque. Ahora la sentencia ha sido confirmada en segunda instancia y, al ser de efecto inmediato, Acuña deberá ser desaforado del Congreso. Eso no borra que haya ganado una curul cuando su proceso estaba bien avanzado, con el voto de lambayecanos y con el aval de su hermano y su partido.

Humberto Acuña no es el primer caso de un congresista de APP sentenciado y desaforado. Antes fueron Edwin Donayre y Benicio Ríos, ambos separados del Congreso anterior, el primero por robar gasolina y el segundo por un caso de colusión agravada. A estos tres “acuñistas” se suma César Villanueva, quien fue congresista de APP entre 2016 y 2019, ahora encausado por Lava Jato. Así, al menos son cuatro ejemplos que vinculan a miembros de ese partido con casos reales de corrupción. No obstante, en la última elección, cuando Donayre y Ríos ya habían sido desaforados, Villanueva estaba cuestionado, y Humberto Acuña tenía sentencia en primera instancia, APP duplicó su representación legislativa. Pasó de tener nueve legisladores a 22, convirtiendo a César Acuña en uno de los políticos más poderosos.

Es previsible que la caída de Humberto Acuña ni arañará a su hermano César ni a su partido. Los casos de corrupción siguen estando lejos de espantar a los electores, quienes priorizan otros asuntos antes que sancionar a los partidos por llevar al Congreso manzanas podridas. Así estamos.

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