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Redacción PERÚ21

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Jaime Bayly,Un hombre en la lunahttps://goo.gl/jeHNR

Que haya fumado marihuana ayer y hoy no significa necesariamente que sea adicta, no saltemos a conclusiones. Que vaya a fumar el próximo fin de semana no es algo seguro: puede ocurrir como puede no ocurrir y si no ocurre no pasa nada, mantengo la calma y cumplo mi rutina sin que se note la mínima alteración. ¿De qué depende que fume o no? Ante todo, depende de mi esposo Silvio. Si él decide fumar y quiere compartir conmigo su vicio (no su adicción porque Silvio no es adicto, fuma de vez en cuando y es muy respetuoso de mi libertad de fumar con él o abstenerme, aunque yo nunca me abstengo), entonces yo la acompaño feliz porque el matrimonio es compartir. ¿Compartir qué? Compartir un pavo el día de acción de gracias y un porrito esa noche para bajar el pavo y calmar la ansiedad y no ir a ponernos en una cola absurda en la cochera de Target para comprar un plasma que no necesitamos: en mi relación con Silvio compartimos todo, también su afición por la marihuana. Insisto, y perdón que haga hincapié, pero no quisiera que me confundan: no soy adicta, no soy dependiente, no soy viciosa, soy aficionada a la marihuana. Es una afición, un hobby, como me puede gustar cultivar un bonsái o llevar siempre un supositorio en cada teta aprisionado por el sostén por si me ataca una constipación severa. Ni Silvio ni yo somos adictos a la marihuana aunque hemos fumado ayer y hoy. ¿Por qué hemos fumado? Yo, porque amo a Silvio y no me gusta que él esté volado y yo no, se crea una distancia entre nosotros y a mí me gusta sentir que somos cómplices. Silvio, porque en las fiestas y feriados se pone mal, se pone depresivo, lloroso, se pone a hablar de todo lo que salió mal en su vida y entonces la culpa le come la cabeza como una polilla malnacida carcomería toda esta casa noble de madera y él solito sabe cómo matar a la polilla: va caminando como un sonámbulo, teclea la combinación de la caja fuerte, abre la caja y saca un atado de hierba fresca y me lo entrega para que yo le arme la pistolita. ¿Cómo llega tanta marihuana a nuestra caja fuerte? A mí no me miren, yo no compro nunca ni sé dónde comprar. Silvio tampoco compra, no que yo sepa, a él le regalan marihuana sus amigos del canal. Así me dice Silvio y yo le creo: "Amor, se me acercó un camarógrafo y me regaló una hierba fina", "Amor, se me acercó el iluminador boricua y me dijo Silvio, aquí te dejo una donación para tu thanksgiven". A todo esto Silvio se pone bruto en vísperas de los feriados y me da la contra: me dice "Happy Thanksgiven", y yo le digo "Amor, no seas necio, es Thanksgiving, no Thanksgiven", y él, que cuando llegamos a Miami sabía hablar inglés y ahora lo ha perdido y habla el español como cubano, me dice "No es Thanksgiving, porque si ya te di las gracias es Thanksgiven". Yo no sé si la marihuana afecta la memoria (creo que sí) o si afecta la productividad (de hecho) o si engorda (quién puede estar volada y a dieta: ¡imposible!), pero estoy segura de que a Silvio le ha afectado su inglés: cada porrito le ha ido borrando el poco inglés que aprendió en el San Agustín, que igual era bastante resacoso porque dónde se ha visto que unos curitas ibéricos agustinos hablen bien el inglés. Silvio y yo vivimos en Miami hace veintitrés años (nos fuimos del Perú cuando perdió Vargas Llosa y ya nunca pudimos volver porque Silvio desarrolló su carrera de locutor aquí y compramos una casa con un crédito a treinta años y ya van veintitrés y solo hemos pagado los intereses y el banco está quebrado y de acá no nos sacan ni con grúa) y no hablamos inglés con nadie y si nos hablan en inglés respondemos en español y nos hacemos respetar porque es Miami y acá no nos van a obligar a hablar un idioma extranjero. Eso nos pasa cuando salimos al jardín a fumar un porrito: a veces escuchamos a alguien hablando en inglés y nos escandalizamos, nos subleva, nos sentimos invadidos y decimos "Qué se habrán creído estos inmigrantes para venir a Miami a hablar inglés a gritos, si no bajan el volumen los reportamos a Migraciones". En mi casa la única que habla inglés es mi hija Sol. Lo habla perfecto pero Silvio y yo le respondemos en español para que no pierda sus raíces, el amor a su tierra, a su terruño. Y cuando viene alguien con pretensiones de hablar en inglés, mis empleadas, que son como mis hermanas, y que se vinieron con nosotros con visa de turista el año 90 y todavía están haciendo turismo (cuál es el apuro, ¡hay mucho por conocer en este gran país!), lo frenan en seco y le hablan un español bien encebollado. De algo Silvio y yo estamos orgullosos: jamás las empleadas del servicio doméstico nos han visto fumando marihuana, jamás, y jamás se nos han escapado como se escaparon las empleadas que trajeron los Ivcher y los Crousillat, y jamás nuestra hija Solcito nos ha visto compartiendo un porrito: Silvio y yo respetamos que este es un hogar familiar y cuando a él le dan ganas de fumar (que siempre es un viernes por la noche, siempre), salimos a manejar y yo me encargo de armar el arbolito navideño y prender las lucecitas y poner la pirotecnia y apenas doy la primera pitada y golpeo siento: Ya es Navidad. Eso es lo bueno de vivir con Silvio, que todos los fines de semana son Navidad, siempre estamos de buen ánimo, risueños, relajados, regalones, con ganas de compartir una sonrisa o una propina con cualquiera (aunque no la merezca). En el Seven Eleven ya nos conocen todos, incluyendo a los oficiales de la policía que nos respetan la intimidad porque saben que si se ponen majaderos nos mudamos a Colorado o al estado de Washington: apenas nos ven entrar a Silvio y a mí ya saben que estamos volados, derrapando, chorreando, regulando la altitud o el plan de vuelo o el aterrizaje, ya saben que venimos por lo de siempre: jugos de manzana, mango en rodajas y bananas. ¡Cómo le gusta a Silvio comer su mango y su plátano masticado mientras manejamos y vamos cantando canciones de Calamaro o del gran Kevin, cómo le gusta tirar las cáscaras de plátano por la ventana! ¡Es un mono, un mono! Y luego es indudable que cuando estamos levemente afinados o ecualizados por la marihuana, nos mejora mucho el rendimiento sexual. Eso ni se diga, es un hecho probado por los científicos que el THC (que en lo que a mí respecta tiene vigencia mucho antes que ningún TLC) te desinhibe y te vuelve más sensible y cariñosa en la cama. El problema es que a veces a mi Silvio me lo vuelve más bi y antes de que me dé cuenta ya se puso en cuatro y me está pidiendo que le mida el aceite. Pero eso es lo lindo de mi relación con Silvio, que él me cuenta sus fantasías (que siempre son con hombres, lo que a mí me enternece) y yo le cuento mis fantasías (que siempre son con mujeres, con la misma mujer, una brasilera que me depila en el club y que creo que está revirada por mí) y no estamos presionados por esa cosa absurda de llegar juntos al orgasmo, cada uno llega cuando le da la gana y le respeta sus tiempos y sus demoras al otro. Y a veces, rara vez claro, tampoco exageremos, mi fantasía es tirar con él y la suya es tirar conmigo y cuando eso pasa es fantástico, genial, es como sentir Ya es Navidad, Llegó la Navidad. Qué lindo se pone mi barrio en Navidad, todo el mundo prende lucecitas y decora. Qué lindo sería el mundo si la gente entendiera, como Silvio y yo entendimos hace veintisiete años cuando nos vinimos a Miami, que Todos los Fines de Semana pueden ser Navidad. Navidad es un estado de ánimo, una actitud. Depende de ti: no tienes que hacerle un regalo a nadie, regálate a ti misma el Derecho a Ser Feliz. No porque todos en tu familia han sido unos desgraciados tú también estás condenada a serlo: rompe el círculo vicioso. ¿Cómo lo rompes? Yo lo rompo aceptando que La Vida es un Círculo Vicioso. Yo rompí ese círculo siendo un poquito viciosa y fumando una hierbita con mi marido cada tanto. Eso nos relaja, nos pone pacíficos, creativos, musicales, nos ponemos a sacarnos fotos a nuestros genitales. Dios y la Virgen, qué peligro que Silvio lleve tantas fotos de nuestra intimidad en su celular: nos sacamos esas fotos cuando estamos en pleno viaje por la Vía Láctea y luego Silvio se olvida y se le pierden los celulares, qué peligro que sus amigos del canal vean mis fotos posándole a Silvio depilada. Porque eso sí reconozco que tiene de malo fumar: todo se me pierde. Hoy fuimos al cine y fumamos en el estacionamiento y al salir de la película se me había perdido el ticket del parqueo y luego que llegamos al parqueo se nos perdió el carro y no sabíamos en qué nivel estábamos y cuando por fin lo encontramos se nos habían perdido las llaves del carro, qYa es Navidadue las encontramos tiradas en el cine apenas terminó la función. Lo que no hay que perder nunca es la calma, ni siquiera cuando estás caminando entre mil carros y no sabes cuál es el tuyo. No sigo porque ya lo siento al bandido de Silvio atacando la refrigeradora abajo. Si me demoro no me queda ají de gallina. Que otras hagan dieta: yo no quiero morir flaca de inanición, yo quiero morir gorda y volada y depilada y sin recordar el año en que nací ni la notaría de Coral Gables en la que está mi testamento.