Nada que relativizar. (Foto: AFP)
Nada que relativizar. (Foto: AFP)

Ante la pandemia, el objetivo que deberían estar persiguiendo todos los países es aplanar la curva de infecciones. Mientras más lento avance, menos infectados en simultáneo, lo que permitirá que centros de salud tengan mayor capacidad para atender a quienes realmente lo necesitan. La mortalidad del virus se eleva cuando el sistema de salud está sobrepasado, como en Italia, donde el virus se expandió y saturó hospitales y, por ello, trajo más muertes.

En Perú estamos en la etapa inicial de la epidemia, que podría acelerarse si no se toman medidas drásticas, sobre todo porque los números oficiales de infectados incluyen solo a quienes han sido diagnosticados por un médico. No sabemos el número real de casos, pero es definitivamente mucho más alto que el oficial. Precisamente por eso, ninguna medida para disminuir los encuentros masivos es una exageración.

Si eres una persona sana, un contagio probablemente no sea grave. Se trata de proteger al otro; por eso la solidaridad y la responsabilidad individual son centrales. Si crees que has estado en contacto con el virus, autoaíslate y aplaza reuniones. Como escuché, “mantengamos la distancia hoy para poder abrazarnos mañana”. La responsabilidad también implica no acaparar productos que otros necesitan.

El revolcón económico será inevitable. La cancelación de servicios y disminución de ventas romperán cadenas de pagos, por lo que el gobierno tiene que asegurar medidas económicas y tributarias para navegar la crisis, como la anunciada prórroga de la declaración jurada al Impuesto a la Renta y el arancel cero para importación de medicinas.

En definitiva, el coronavirus nos está recordando la importancia de lo que realmente genera la riqueza: un Estado fuerte con capacidad de respuesta, personas sanas y una sociedad cohesionada.

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